Desde el siglo XVI al XXI, todos los años en el mes junio hacemos un alto en la jornada, para conmemorar la fundación de nuestra ciudad, con el recuerdo de San Juan Bautista, que es nuestro santo protector y de don Juan Jufré, el fundador.
Con Juan el Bautista es donde el Viejo y el Nuevo Testamento hallan su punto de contacto. Juan se dedicó a preparar la venida de Jesús, bautizando a quienes hacían penitencia y lo deseaban. Un día el mismo Jesucristo se acercó al Jordán y se hizo bautizar por Juan. La figura del santo se hizo muy popular en casi todos los países cristianos y el día de su conmemoración es el 23 de junio se organizan fiestas que tienen un punto en común en los diferentes pueblos: las hogueras que se encienden en la noche víspera de la festividad.
La fama de santidad y el papel protagónico desempeñado por Juan, se extendió a medida que se extendía el cristianismo.
Así desde Palestina se irradió la doctrina y el Vaticano en Roma pasó a ser el centro del cristianismo, desde allí se va irradiando el culto a los santos, hacia todo el universo católico. No sólo se coloca el nombre de los santos a numerosos templos, a regiones o a los hijos. En España esto era muy común y los nombres eran continuados en el nombre impuesto, de generación en generación.
Si consideramos la España del siglo XVI en la región de Castilla la Vieja, en un pueblo llamado Medina del Ríoseco encontraremos una casa solariega, cuyos habitantes tienen que ver con nuestra historia: la de los Jufré.
La familia tuvo como genearca a don Luis Jufré (no confundirlo con el fundador de San Luis). Los sucesores formaron una pléyade de esforzados hombres, entre los cuales ocupa un lugar prominente don Juan Jufré y Montesa, nacido en 1516 o 1518, este sería el fundador de nuestra ciudad.
En don Juan se asume la estirpe castellana-leonesa de su padre don Francisco Jufré de Loayza y de su madre doña Cándida de Montesa y de su único hermano don Diego, que anduvo como militar caminando las tierras de América y junto a Juan, escribieron en tierras americanas sus destinos.
Don Juan llegó al Perú en 1536, allí estuvo dos años. Luego se alistó en la expedición que al mando de Valdivia partió del Cuzco para encaminarse a la conquista de Chile. Después de un largo peregrinaje y venciendo los ataques de los indios araucanos, Valdivia fundó la ciudad de Santiago (1541) en ese acto don Juan Jufré fue el portador del Estandarte Real. Fue tal el desempeño que tuvo en Chile que le otorgó el nombramiento de capitán.
Cuando Valdivia se ausentaba de Chile, don Juan se desempeñaba como alguacil, corregidor, justicia mayor. Luego lo acompaña al Perú cuando ocurre la guerra civil en tiempos de Pizarro.
Dos años más tarde se casa con doña Constanza de Meneses, hija legítima del conquistador don Francisco de Aguirre con quién tuvo descendencia.
En representación de Villagra, mariscal gobernador y capitán general de los Reynos de Chile y de don Felipe II su rey, echa las bases de la ciudad a la que llamó San Juan de la Frontera a orillas del río Tucuma y la ubicó -sin saberlo- en un sitio peligroso, pues estaba expuesta a las crecidas del río, la fecha de la fundación 13 de junio de 1562. Los nombres de la nueva población fueron: San Juan del Pico, por referencias al Villicum; San Juan de la Frontera, por la frontera con Tucumán; San Juan de Cuyo, que es la perífrasis más significativa y precisa: el nombre de su santo y su referencia a la región.
San Juan Bautista, el santo del fundador fue proclamado patrono de la ciudad. Como patronos menores: San Clemente, San Pantaleón y Santa Ana, la madre de la Virgen.
La ciudad primera estuvo ubicada en el llamado Pueblo Viejo (Concepción). Según Carmen Peñaloza, "La ciudad nació atribulada como si gualicho, la maligna deidad Huarpe imprecara contra el blanco y desbaratara su obra, descargando con furia sobre ellos las fuerzas de la naturaleza”. Años después el río arrasó la ciudad.
En 1593 el hijo del fundador don Luis Jufré y Meneses la trasladó 25 cuadras más al sur, al actual emplazamiento.
Muchas veces y año a año hemos oído por distintos medios, desvirtuar la memoria de don Juan Jufré. Es necesario destacar aunque sea brevemente las características del fundador: Descubrió el Conlara, trasladó Mendoza, fundó San Juan. Fue un soldado valiente y temerario. Un industrial de grandes iniciativas. Instaló un molino en su encomienda de Maule-Chile. Construyó lagares y bodegas en Nuñoa-Chile. Introdujo en sus fundos: vides, caprinos y lanares. Instaló una lavandería donde se fabricaban paños: blancos, pardos y negros. Armador de dos buques mercantes, llegó a poseer una cuantiosa fortuna y a pesar de ello falleció pobre, como tantos otros grandes de antaño.
Doña Constanza su esposa le dedicó una frase rotunda y digna del bronce: "Nada me debe ni puede deber, quién todo lo dio”.
Nosotros decimos que fueron hombres en su dimensión humana, con sus valores y defectos. Ni ángeles ni demonios, eran sí hombres en grado superlativo.
Ante un nuevo aniversario de la fundación de San Juan, sería oportuno recordar al historiador puntano Prof. Hugo Fourcade que dice: "Mantener vivo lo que ya fue, es decir la Historia viva y viviendo en el propio ser, es tanto reconocer una continuidad, una permanencia, pero también la posibilidad de que, lo recibido, lo transmitido, lo contado, se aumente, se ensanche. Sólo así el pasado progresa, avanza y se desarrolla en nosotros y con nosotros de tal manera que la herencia que nos dejaron nuestros mayores, no sea algo petrificado, anquilosado, momificado, sino una realidad dotada de plenitud existencial, en otras palabras un patrimonio espiritual.”
