El huracán Irene comenzó a azotar ayer, con lluvias y oleajes la costa atlántica de EEUU, con vientos de hasta 155 kilómetros por hora y la amenaza de apagones para al menos 65 millones de personas en su trayectoria, mientras el Gobierno insiste en su mensaje de cautela y preparación.

En este marco, unos 250 mil residentes de Nueva York empezaron a ser evacuados ante la llegada de Irene, y también se habilitarán 147 refugios dotados con equipos de supervivencia, para albergar 71.000 personas.

Sobre la evacuación que no tiene precedentes en la urbe, el alcalde Michael Bloomberg, dijo que “no lo estaríamos haciendo ahora si no creyéramos que esta tormenta tiene el potencial de ser muy seria”. También pidió a los ciudadanos que no se dejen “engañar por el sol de este viernes”.

Además, las autoridades neoyorquinas ordenaron el desalojo de 22 hospitales, clínicas y asilos de ancianos en las zonas bajo el nivel del mar y anunciaron que a partir del mediodía de hoy se cerrará la red de transporte público, que incluye los sistemas de autobús, metro, ferrocarril y los tres aeropuertos de la ciudad.

Frente a tremenda tormenta, el Gobierno de EEUU y el propio presidente Barack Obama advirtieron que el ciclón puede causar grandes daños a su paso por las zonas costeras del este del país, por lo que pidieron que las personas tomen las debidas medidas de precaución. “No esperen ni se demoren si reciben instrucciones de marcharse, por favor háganlo”, dijo Obama en unas breves declaraciones desde la isla de Martha’s Vineyard, en Massachusetts.

Al señalar que todo apunta que este será un huracán “histórico”, el mandatario recomendó que los estadounidenses elaboren un plan, tengan a mano botiquines de emergencia y se familiaricen con las rutas de evacuación en sus respectivas zonas.
Las autoridades también, emitieron alertas para casi toda la costa atlántica, desde las Carolinas hasta Massachusetts, porque Irene, podría ocasionar pérdidas multimillonarias en los principales centros urbanos de la zona. Ya que en su paso por el Caribe, el ciclón dejó al menos seis muertos -tres en República Dominicana, dos en Haití y uno en Puerto Rico-, además de una destrucción generalizada de viviendas, infraestructura y servicios públicos.