Presionado por Europa para que acepte una ayuda que evite su bancarrota, el Gobierno irlandés reiteró ayer que no solicitará auxilio al exterior. En víspera de iniciar una ronda de conversaciones sobre su situación económica y financiera, viajará hoy a Irlanda una delegación técnica de la Comisión Europea (CE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE), tras un acuerdo alcanzado el martes pasado por ministros de Finanzas de la zona euro.

En medio de una creciente presión de la Unión Europea (UE) para que Irlanda acepte un millonario plan de salvataje frente al fantasma de bancarrota, el Gobierno irlandés se resiste a adherir a la receta para no perder su soberanía fiscal. Es que una de las posibles condiciones sería subir los impuestos que las empresas pagan en Irlanda. Al respecto, el ministro de Finanzas irlandés, Brian Lenihan, descartó que Irlanda debiera elevar su bajo impuesto a las empresas del 12,5 por ciento para reducir su deuda.

Para solucionar la crisis, la UE ya viene asegurando que está preparada para rescatar, de la mano del FMI, las finanzas públicas irlandesas y a sus bancos, en un estado calamitoso. Por eso el BCE y el FMI viajan hoy a Dublín para iniciar las negociaciones formales de un plan de rescate de hasta 100.000 millones de euros para Irlanda, con el objeto de frenar la crisis de deuda en la eurozona y evitar el contagio a España y Portugal.

Con ese rescate, la UE quiere defender la estabilidad del euro y controlar la subida del interés que varios países europeos deben ofrecer a los mercados financieros para colocar sus bonos.

Como parte de una renovada presión, la UE decidió enviar una misión a Irlanda para negociar con las autoridades irlandesas y comprobar el estado de sus finanzas públicas. Pero el tema es que Irlanda teme que las condiciones que le impondrá la UE serán aún más duras que el plan de ajuste que ya aprobó 15.000 millones en cuatro años y los nuevos recortes que su Parlamento debe votar antes de aquí al 7 de diciembre.

A su vez, el Gobierno irlandés se enfrenta con que tiene un sector bancario al borde del colapso por el estallido de la enorme burbuja inmobiliaria que ellos mismos abonaron durante años. Si caen, los bancos podrían arrastrar al conjunto de la economía porque el Estado irlandés ya les inyectó decenas de miles de millones de euros hasta disparar el déficit público al 32 por ciento.

Así las cosas, Irlanda tiene una ayuda en la mano, pero no la pide porque sus políticos están mirando más al calendario electoral que a la estabilidad de la moneda y no quieren ver funcionarios del FMI y la Comisión Europea controlando sus cuentas.

El Gobierno irlandés espera evitar un rescate humillante que podría debilitar aún más su poder, especialmente en plena carrera para unas elecciones locales para llenar una plaza vacante en el Parlamento el 25 de noviembre, que podría reducir la mayoría legislativa oficialista a solo dos representantes.

"El Gobierno no se ha cuestionado una negociación de un rescate", dijo el primer ministro irlandés, Brian Cowen, mientras espera la llegada de la misión que busca poner paños fríos a la crisis.