Su recuerdo: "Quiero recordarlo como el maestro más importante de la provincia, lo considero un prócer. Me gustaría que el Gobierno lo homenajeara como se merece con un teatro que lleve su nombre y que la Universidad lo nombrara Honoris Causa pos mortem. Fue el único que mantuvo vigente la profesión, aún en tiempos difíciles y antes de la existencia del Instituto Nacional del Teatro".
El legado: "Dejó muchas cosas, gente que sigue la actividad en diferentes grupos y el planteo de ciertas técnicas y estéticas, como el mimo por ejemplo. En su modo, había una confluencia de disciplinas y estéticas. En mi caso, todas mis clases comienzan con el trabajo del cuerpo a la manera que me dejó él, como él me transmitió la técnica de profesor a alumno. Me considero un privilegiado de haberlo tenido en su mejor momento y lo aproveché muchísimo. Dejó su amor por el teatro como una búsqueda. Nunca bajó los brazos".
¿Queda un espacio vacío?: "No creo en los espacios vacíos, él está en nosotros y así sigue viviendo".
Su sucesor: "No veo a uno, sino a muchos. Lo veo a Ariel Sampaolesi con una impronta para encarar el teatro; en mí, su trabajo del cuerpo y la técnica corporal; en Rosita Yunes, su onda. No me interesa quién sea el sucesor. Hoy podemos ser muchos. Oscar estuvo solito bancándose todo lo que le venía, pero en unos años más, voy a ver a mucha gente trabajando en la materia. Siento la fuerza de su manera de transmitir, porque pese a recorrer caminos diferentes, fue él quien me los abrió. Fue como un padre, en ese sentido, me siento su hijo, más que su sucesor".