Tiempo atrás, el Lic. Juan Roldán Moreno, en una de sus habituales e interesantes cartas compartió con los lectores una semblanza de la admirable científica polaca María Sklodowska de Curie bajo el título de "Científica ejemplar”.

A mí, en esta, me gustaría referirme a algunos hechos de la vida de María Curie como mujer, teniendo como fuente la biografía escrita por su hija menor, Eva: La vida heroica de María Curie, descubridora del radio (contada por su hija) (1937), libro que lamentablemente no se edita más.

María Sklodowska nació en Varsovia el 7 de noviembre de 1867 y falleció en Sancellemoz, Francia, el 6 de julio de 1934, víctima de leucemia. La suya fue ciertamente una vida heroica. En su transcurso, esta mujer luchadora, decidida, tenaz, humilde y generosa logró lo inimaginable.

Siendo adolescente, en su Polonia natal, consciente de la situación política y social de su patria tenía un sueño común con otros jóvenes, que era el de "… trabajar, convertir Polonia en un magnífico país intelectual e intensificar la educación del pueblo, que "las autoridades mantienen, ex profeso, en el oscurantismo”. Se reunía con "ardientes positivistas” y fue admitida en la llamada "universidad volante”, que funcionaba clandestinamente y donde se daban clases de materias diversas, no en la lengua oficial, el ruso, sino en polaco. Su labor, además de estudiar, consistía en enseñar. Así, también clandestinamente, daba clases a empleadas de un taller de confección y formó una pequeña biblioteca de libros polacos para las obreras. Posteriormente haría lo mismo con niños y campesinos de la zona.

María, que hablaba polaco, ruso, alemán, francés y un poco de inglés, esto último de acuerdo con sus propias palabras, descubrió las ciencias a través de su padre, profesor de liceo, muy culto, que hablaba varios idiomas también y sabía de literatura, música y sobre todo de ciencias; este padre de bajos ingresos y mente abierta apoyó a sus tres hijas a proseguir sus estudios en una época (finales del siglo 19) en que la mujer solo debía pensar en casarse y tener hijos.

Fue institutriz en varias casas de familia en diferentes lugares de Polonia para ayudar a solventar los gastos de su familia; sin embargo, no dejó de acariciar el sueño de proseguir sus estudios. Lo que más deseaba era estudiar en Francia, cuyo prestigio la seducía. Su más ferviente deseo era estudiar en la Soborna, deseo que haría realidad. El 3 de noviembre de 1891 inició sus estudios en la prestigiosa universidad, en la que se recibiría de Licenciada, primero en Ciencias Físicas (1893) y luego en Ciencias Matemáticas (1894).

La futura Premio Nobel de Física (1903) y Química (1911) sólo pudo comenzar a transitar su destino después de que su hermana Bronia se graduó de médica. Pudo lograrlo gracias al trato que le propuso María, quien la ayudaría económicamente para que estudiase en París y cuando Bronia se graduase, la ayudaría a ella para hacer lo mismo. Este es el más bello y conmovedor ejemplo del refrán "hoy por ti, mañana por mí”.

En París, vivió alrededor de un año en el hogar de su hermana, casada ya, del que se mudó después de un tiempo para ir a vivir a una buhardilla en el Barrio Latino.

Esta mujer, por no interrumpir el estudio, no se hacía de comer; vivía a base de pan con manteca y té, o algo de fruta, y a veces huevos, por lo que pronto enfermó de anemia. Además, para no distraer demasiado dinero del que contaba para subsistir, gastaba lo mínimo en carbón para calefaccionar su habitación por lo que tenía que poner sobre sus cobijas toda la ropa disponible para poder conciliar el sueño en las noches invernales. La mayor parte de sus investigaciones las realizó en laboratorios que no eran tales, sino galpones medianamente acondicionados para cumplir esa función.

Por diferentes razones ni María, ya doctora en Física, ni su esposo, el Dr. Pierre Curie, llegaron a ser miembros de la Academia de Ciencias de Francia: él, por ser demasiado humilde para hablar de sus méritos y convencer al jurado que debía elegir entre dos candidatos; ella, por ser mujer.

María no sólo descubrió el radio sino que también elaboró las técnicas y los procedimientos para fabricarlo. Sin ellos, las fábricas no podrían prepararlo, lo que implicaría que la humanidad no se beneficiaría con sus efectos terapéuticos. Se presentó entonces la disyuntiva de patentarlos o publicarlos para que los resultados estuviesen al alcance de todos. Esto es lo que María eligió; decisión con la que su esposo estuvo de acuerdo. Ellos, que siempre vivieron con lo justo, renunciaron a una gran fortuna. Para ellos patentar el invento era contrario al espíritu científico, algo que indudablemente ellos tenían.