Lo de Elsa Herminda Arenilla (65) era un trámite: viajar desde su casa en Villa Huarpes, Pocito, hasta Capital, buscar los cosméticos que vendía y pegarse la vuelta en micro. Así se ahorraba unos pesos, porque era mayor el costo de la encomienda con productos a domicilio. Una vez por mes repetía esa misión, pero la del último miércoles sería la última para Elsa. A media mañana llegó con su nuera Valeria Montaño, retiró los productos de ‘Amodil’ y cuando se aprestaban a tomar el colectivo en Libertador y Rawson, Capital, sucedió lo inesperado. La versión de la familia de Elsa es que cuando la mujer ya tenía un pie en el primer escalón, el colectivero puso en marcha el vehículo, arrojó a la mujer al piso y le aplastó el pie derecho, el brazo y parte del cuerpo del mismo costado.
En la Policía aseguraban sin embargo que el primer informe sobre el caso que manejaban en la Seccional 1ra, hablaba sólo de la lesión en el pie derecho de la mujer. Y que por eso esperaban el resultado de la autopsia para saber si vincular o no al chofer de ese micro de la línea 27 de la empresa Mayo, de apellido Galdeano, a un caso de homicidio culposo (matar sin intención). ‘No sabemos si falleció por el accidente o causa de otro factor, eso lo determinará la autopsia’, dijo un jefe policial.
Lo concreto fue que Elsa ingresó al Hospital Rawson a media mañana, fue atendida y despachada a su casa alrededor de las 16. Pero entonces se produciría un hecho que, al menos hasta anoche, era parte de una polémica ya que en lugar de mejorar, la mujer empeoró al punto de que sobre las 22 del miércoles fue necesario internarla otra vez en el Hospital Rawson.
De allí esta vez saldría muerta. Su deceso se produjo a las 2 de ayer, informó el esposo de Elsa, José Ramón Salgado (74 años, jubilado), convencido, igual que su familia, de que su mujer no recibió la atención ‘adecuada’ en el hospital y de que sufrió otras lesiones más graves. ‘Cuando le levantamos la ropa vimos que tenía el brazo morado, el abdomen despellejado y le dolía la columna. Además, tenía las marcas de la rueda del micro en la campera y la remera. Mi mamá no era diabética, estaba sana’, dijo Verónica, uno de los seis hijos de Elsa, al borde del llanto.
