En el Plan Estratégico Argentina Vitivinícola 2020 (Coviar), se priorizaron tres objetivos estratégicos: posicionar los vinos en los mercados externos; desarrollar el Mercado Latinoamericano y reimpulsar el Mercado Argentino de Vinos; e integrar a los pequeños productores al negocio vitivinícola.
A su vez dentro de la necesidad de posicionar los vinos en los mercados externos, se plantearon las siguientes estrategias: crear y consolidar la identidad e imagen argentina; responder a las necesidades de los consumidores en cada mercado y segmento; lograr y mantener los mejores acuerdos internacionales; construir un proceso colectivo de organización e integración; y construir un proceso de innovación colectiva.
Con relación al aspecto de responder a las necesidades de los consumidores en cada mercado y segmento, se delinearon en los primeros años de esta década las siguientes acciones estratégicas: poner en marcha mecanismos de autocontrol colectivo de la calidad de los vinos argentinos; monitorear las necesidades de los distintos segmentos de consumidores; aumentar la potencia aromática de los vinos y adecuar la presentación y el mensaje a los consumidores que conforman los segmentos objetivos.
Respecto a construir un proceso de innovación colectiva, las acciones estratégicas previstas son: definir la calidad y afianzar el estilo de los vinos argentinos en los distintos segmentos; extender los avances tecnológicos a las empresas menos adelantadas; adoptar masivamente las certificaciones de calidad de procesos y de control de puntos críticos; generar y transferir tecnología necesaria para lograr vinos más concentrados y más aromáticos; definir políticas y normas y favorecer la adopción de prácticas sustentables que permitan caracterizar a la producción argentina como natural y respetuosa del medio ambiente, y capacitar el recurso humano para la adopción de tecnología.
Más allá de que todas estas acciones estratégicas son relevantes, en particular quiero realizar una serie de reflexiones con relación a la agenda de los próximos años impuesta por los países desarrollados, muy a pesar nuestro: modificación de los límites máximos de residuos (en particular pesticidas); Ecoetiquetado (vinculado a las producciones orgánicas y a la huella de carbono); identificación de varietales y determinación de origen. Es decir, la nueva guerra del planeta es comercial y todos los países invertirán millones de dólares o euros en tecnologías de avanzada y en investigaciones para quitarnos competitividad.
Para estas nuevas reglas de juego en el comercio internacional desde el INV estamos llevando adelante, entre otras acciones: 1) Una fuerte modernización tanto en procesos, como en tecnologías de información y de recursos humanos; 2) Capacitación de inspectores para auditar la aplicación en bodegas de buenas prácticas de manufacturas y desarrollo de un sistema de observaciones para ayudar en la implementación de BPM; 3) Fuerte inversión en reequipamiento de laboratorios, adquisición de tecnología de punta (similares a las que poseen los más avanzados laboratorios de la UE), nuevos laboratorios (Chilecito La Rioja y General Alvear), certificación de laboratorio, adquisición de nuevos laboratorios móviles y de mini-laboratorios móviles; 4)Sistema de fiscalización diferenciada, con el objeto de establecer una mayor vigilancia en aquellos puntos críticos de control determinados por la fiscalización.
La pregunta que sigue es si esto resulta suficiente. Entendemos que no, por ello y sin pretender inventar nada sino por el contrario cumplir con el Plan Estratégico, es que creemos necesario buscar de manera inmediata los consensos necesarios para que en vista de la integración de la vitivinicultura argentina alcanzada con la instrumentación del Pevi, en el marco de un acuerdo estratégico público-privado ejemplar en el país, se de un paso más de madurez y se apueste a la optimización cualitativa de nuestras exportaciones tendiente a asegurar -mediante la autorregulación de la propia industria- la calidad de los productos que salen al exterior. Este paso consistiría en el establecimiento de métodos de autoevaluación de los vinos, principalmente destinados al mercado externo.
Pretendemos lograr que los vinos argentinos destinados al mercado externo, cualquiera sea su tipo, respondan a las expresiones cualitativas del mismo y permitan al consumidor mundial apreciar la calidad y la tipicidad de los productos.
Hoy el vino argentino ha comenzado a ser reconocido en el mundo, prueba de ello es el crecimiento de las exportaciones de vinos fraccionados, en los últimos años. Este reconocimiento debe ser protegido, cuidado y puesto en relevancia para toda la industria. Entramos en competencia internacional y no podemos cometer errores.
