Al caminar por la galería se ve un aula con una puerta distinta, está barnizada en vez de pintada y sus vidrios tienen forma circular. Sobre ella hay un cartel que reza ‘capilla‘. Adentro están el altar, las imágenes y los bancos largos, pero detrás de ellos aún queda el pizarrón verde pintado sobre la pared. Desde hace más de 4 años, los alumnos de la Escuela Albergue José Manuel Estrada, de Rawson, más conocida como Escuela Hogar, usan ese aula para participar de la misa. Mientras, el gran edificio de piso de parqué que fue reparado para el funcionamiento de la capilla está destrozado e inutilizado. Un grupo de vándalos lo saqueó y se llevó hasta los calefactores. Las autoridades dicen que no volverán a arreglarlo porque saben que los vándalos lo romperán.

Fue en 2000 cuando se inauguró la capilla, en la segunda etapa de reparación de la institución, según contó la actual Vicedirectora, Silvia Soriano. El espacio, que en los inicios de la escuela supo ser la ‘casa de muñecas‘ porque allí se juntaban a jugar las niñas de la escuela, quedó impecable tras la remodelación.

‘La capilla estaba rodeada de verde, tenía buena iluminación y, como está sobre la loma, tiene una vista muy hermosa. Tan linda era que muchas iglesias pidieron autorización y celebraron comuniones en ella‘, comentó el capellán de la escuela, Víctor Hugo Gallardo.

Pero, con el tiempo, la iluminación lograda por ventanales que ocupaban casi todo el perímetro del edificio se volvió en contra. Según cuenta la Vicedirectora, las piedras comenzaban a volar por la tarde-noche desde la calle que está detrás de la capilla. Y muchos jóvenes trepaban la medianera y se metían en ella. Después levantaron la muralla, pero se siguieron trepando.

Por su parte, el padre Gallardo recordó que ‘de a poco el espacio se transformó en una cueva de ladrones. Hasta encontraron computadoras y electrodomésticos que alguien había robado y había guardado ahí‘. Además agregó que ‘pusimos un sereno pero, después de trabajar unos días, el nombre dijo que no iba a seguir arriesgando su vida. Por eso, cuando ya habían sacado hasta los calefactores y los ventiladores, decidimos trasladar la capilla a un aula. Fue triste‘.

Hoy, el espacio sólo conserva su piso y su techo de madera, además del altar de cemento. Pero no tiene puertas ni calefactores y de las ventanas sólo quedan pedazos de vidrio en el suelo. ‘Hemos pensado en pedir que la arreglen, pero sabemos que la van a destrozar de nuevo. Así que no queda otra que usar la capilla armada en el aula‘, comentó Soriano.