Hay carreras y carreras. Están aquellas que otorgan jugosos premios y convocan importante cantidad de ciclistas, especialmente las Vueltas. También las otras, esas que tienen dilatado historial y otorgan un gran reconocimiento popular a su ganador. Y está la Doble Difunta Correa. Que es única. Que no tiene parangón, con ninguna otra porque interiormente guarda una fuerza que moviliza a los ciclistas a querer correrla, sin importar los réditos económicos que signifique ganarla. La fuerza de la fe. La devoción empuja a los pedalistas a estar presentes. Todos la quieren correr. Todos la quieren ganar. La gloria será para uno solo. Pero la satisfacción de culminarla es compartida por todos. Con llegar en alguno de los pelotones en que se atomiza la prueba, la gran mayoría se da por hecho.

Es que “es la Difunta”, afirman. Y al decirlo confirman la chapa que tiene de ser la carrera de un día, más linda que tiene el país, y que hoy se pondrá en marcha a las 16.30 horas.
La pregunta del millón, es ¿porqué ese mote? Y la respuesta es sencilla, porque en los, casi, 160 kilómetros de extensión que tiene encuentran todas las dificultades que pueda presentar una carrera de ruta.

Parten en 9 de Julio, ubicado a 580 metros de altitud sobre el nivel del mar y coronan la cima de la Cuesta de las Vacas (832 msnm). En el interín, por todo el tramo de la Ruta 141 con la que empalman saliendo de Pozo de los Algarrobos, se encuentran con falsos planos, algunas lomadas y badenes, donde el viento suele castigarlos de costado.

Además, después de seleccionar a los más fuertes, pasando por Caputo, primero, y sorteando la máxima altitud, viene un descenso pronunciado hasta el santuario ubicado en Vallecito.
En el camino inverso, los obstáculos son los mismos, incluyendo el descenso de 4000 metros desde la cuesta, donde los ciclistas alcanzan velocidades cercanas a los 100 kilómetros horarios. En ese tramo bajan más rápido que las movilidades, las que por su peso deben regular su marcha.

“La Difunta, es la Difunta”, repiten los pedalistas cuando se les pregunta sobre la carrera. Es un sitio que semanalmente visitan entrenando. “La Difunta, es la Difunta”, por eso pueden faltar a cualquier competencia, pero en ésta es una cuestión de honor y fe. Ganarla significa mucho para los consagrados. Terminarla es una victoria para los promocionales.

Es la única carrera donde los ciclistas de equipos chicos o individuales se igualan a los que defienden camisetas de equipos poderosos, con mayor presupuesto y posibilidades. Empatan en la devoción por correrla.

Esta será la cuarta edición que comenzará en 9 de Julio y culminará también en aquel Departamento con tres giros a un circuito de 13,8 kilómetros. Siempre fue una carrera que se definía con llegada en solitario o en embalajes de grupos pequeños. Antes los rodadores imponían su ley en la extensión de la ruta que terminaba en el velódromo. Hoy los velocistas aumentan sus chances porque al ingresar al circuito llano y con resguardo del viento, habitualmente se define en pelotones grandes con llegadas masivas.
“La Difunta es la Difunta”. La más linda de todas las carreras de un día que tiene el país.