Los adolescentes tienen hoy una representación del tiempo diferente a la de los adultos, que es la que hace prevalecer en el tiempo escolar. Los nuevos jóvenes se están constituyendo en tiempo fragmentado, signado por la rapidez de los cambios, la fluidez, la multiplicidad de sucesos que acontecen de manera simultánea. No conciben el tiempo de espera, ni tampoco una secuencia necesariamente única. La linealidad "continua” en torno a la cual se organizaba la vida hasta hace una década o más, ya no es válida para explicar lo que acontece. La concepción del espacio tampoco es la misma. La distancia se ha quebrado con facilidad y si todo es tan vertiginoso fuera de la escuela ¿de qué manera sobrevivir en el espacio escolar?
Éste es el escenario que presenta hoy el adolescente. Él está en forma permanente estimulado, bombardeado por propuestas seductoras, se encuentra consigo mismo, sin tener claro qué es lo que quiere y hacia dónde elegir. Observa que este mundo que había comenzado a transitar se torna peligroso porque de él es donde parten las tentaciones, y sugerencias que copan su libertad de elección. Es el mundo, en realidad, las prácticas sociales que se apropian de él. Este adolescente necesita otra clase de autoridad y garantías. En consecuencia, las libertades que pone en juego, son las que este mundo cambiante le ofrece. Evi Giberti opina que "uno de los problemas que enfrenta la escuela, es que siendo institución garante por definición y consistencia quienes la habitan, los docentes, no tienen ya los recursos que las éticas universales les aportaban. Era muy claro qué significaba estudiar y portarse bien. Estos discursos carecen de contenido, resultan huecos porque "portarse bien” está regulado por la competitividad, y la presión del mundo externo, donde los adultos con frecuencia "se portan mal”. Estudiar y portarse bien, sería ofrecer la garantía de la autoridad que la docencia representa y constituye existencia en sí, está hoy deshabitada”. En muchos casos se ve una casa deteriorada, donde faltan recursos elementales, hace frío, pasan calor, los programas tienen poco que ver con ese "mundo” en el cual los adolescentes transitan. Lo que no se modifica es la idea de ¿qué significa ser alumno en el mundo actual y advertir que cada docente precisa mostrarse como garante del futuro de cada adolescente? A veces resulta casi imposible, porque en muchos casos, la docencia no tiene poder de dominio sobre ese mundo capturado por la tecnología. Conocemos que las deficiencias están en la formación docente. Respecto a este tema me pareció importante citar lo que me expresara en una entrevista el Presidente de la Academia Nacional de Educación, Dr Pedro Barcia (Youtube, Botica Educativa, Dr Pedrobarcia, Formación Docente) quien elaboró un volumen sobre "Reflexiones para la Formación Docente”.
El primer capítulo hace referencia a la "Alfabetización Emocional” como modo de prevenir la violencia y la mediación entre maestros y padres. El segundo capítulo referido a la "Alfabetización Digital”; el tercero "Exigencias para la Carrera Docente”. Además solicitó a las compañías de seguro crear "una figura” que defienda al docente cuando sea atacado por padres, alumnos u otro tipo de agresión. Sabemos que la agresión de niños y adolescentes convertida en violencia de diferentes tipos, dentro y fuera de la escuela, se constituye en fuentes de poder. La autoridad implica reglas (a cargo de máquinas) ¿Cómo funciona hoy? Las manejan las computadoras, los aparatos en general, porque hacemos lo que la regla indica o el programa o máquina no obedece. La única alternativa para eludir la regla es deletear, o sea, borrar todo. Esa es la regla que los adolescentes reconocen, porque la máquina les garantiza éxito si acatan lo indicado. La autoridad ya no provienen de principios éticos solamente, sino de una cultura tecnificada, que se les hace imprescindible. La eficacia y eficiencia que es lo que se espera de la escuela, más allá de los valores morales, está reglamentada por el mercado. Los adolescentes ya no obedecen a sus padres, como todos sabemos, coincidiendo con una crisis del valor de autoridad. Para que la relación docentes-alumnos no sea una tortura muchas veces, se debe instrumentar reglas permanentes, claras, precisas. Lo peor para un adolescente es que sus padres y profesores cuando tienen que educar, no eduquen. Si docentes y padres ponen el faro en los valores, en cómo enfrentar los conflictos en forma adecuada, por añadidura van a tener mejores resultados académicos. Si pensamos el espacio escolar en un importante factor educativo, sus diversos usos y significados, tanto en su vertiente socializadora como didáctica, está cargado de diferentes interpretaciones y por lo tanto, como ningún componente del sistema educativo es neutro, más tratándose de adolescentes.
Los espacios de la escuela inducen a comportamientos e inciden en la dinámica de la comunicación y la convivencia. Es posible transitar por espacios de ocio, de autoridad, de trabajo, de encuentros. Deben existir espacios cooperativos como un modelo organizativo del aula.
(*) Especialista en educación, escritora, productora del programa "Botica Educativa” Radio Sarmiento.
