Es cierto que Luis Almagro, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), ya había emitido en junio una declaración respecto de que Nicolás Maduro estaba violando los principios democráticos más elementales. Pero el presidente venezolano había aducido que el informe de la OEA era una maniobra imperialista de los Estados Unidos, uno de los principales miembros de la OEA. Ahora, por primera vez, el Mercosur, un grupo clave de países sudamericanos que no incluye a los Estados Unidos, no sólo ha exigido que Maduro restablezca el Estado de Derecho, sino que ha puesto un ultimátum para que lo haga antes del 1 de diciembre, o de lo contrario Venezuela será suspendida del bloque comercial regional. Brasil anunció el 13 de septiembre que los cuatro miembros fundadores del Mercosur -Brasil, la Argentina, Paraguay y Uruguay- suspenderán a Venezuela si el país no cumple los estatutos comerciales y de derechos humanos del bloque para esa fecha. Ésta no fue sólo una ruptura diplomática clave con el régimen de Maduro tras 17 años de sólido apoyo -o tolerancia- latinoamericana con los abusos de Venezuela contra los derechos humanos y la democracia, sino que no podría haber llegado en un peor momento para Maduro.
La declaración del Mercosur vino en momentos en que Maduro se preparaba para asumir con bombos y platillos la presidencia del Movimiento de Países No Alineados, en una ceremonia en la isla Margarita, en Venezuela. Aunque el Movimiento de los No Alineados se ha vuelto casi irrelevante tras su época de oro en la década de 1970, Maduro había hecho un enorme despliegue publicitario para mostrarse como un líder del mundo emergente, a pesar de la peor crisis económica y política de su país. ‘El gobierno estaba tratando de usar la cumbre de los no alineados para darse un baño de legalidad y respaldo internacional, y resultó desairado por sus propios vecinos sudamericanos”, me dijo el líder opositor Carlos Vecchio. Para empeorar las cosas, la cumbre de los no alineados resultó un fiasco. El ultimátum del Mercosur se emitió porque la región teme que se produzca una explosión social en Venezuela y se está agotando el tiempo para llegar a una solución pacífica. La coalición opositora MUD pide un referéndum revocatorio autorizado por la Constitución antes de fin de año. Si se lleva a cabo después de la primera mitad del mandato de Maduro, el 10 de enero, el actual vicepresidente podría asumir el cargo de Maduro hasta finalizar su mandato en 2019. Mi opinión: el ultimátum del Mercosur a Venezuela fue muy importante, pero harán falta más presiones diplomáticas para que Maduro permita llevar a cabo el referéndum este año. En primer lugar, el Mercosur tendría que exigir específicamente que Venezuela permita el referendo este año. En segundo lugar, los Estados Unidos deberían retirar públicamente su apoyo al supuesto esfuerzo de mediación del ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, que ha sido una farsa que sólo ha ayudado a Maduro a ganar tiempo y posponer el referéndum. Hay que decir que la declaración del Mercosur podría marcar un punto de inflexión en la reciente historia de complicidad latinoamericana con los abusos de Venezuela y su falta de cumplimiento con acuerdos regionales. ¡Ya era hora.
