Sin duda; ante estas bochornosas realidades, verdaderamente tormentosas, necesitamos líderes con visión de futuro, no personas ancladas en el pasado, que se atrevan a soñar con otro mundo más de todos y de nadie. Por ello, deberíamos considerar nuestra razón de ser como especie vinculada, en su desarrollo, a la necesidad de la construcción de sociedades inclusivas en la que todos los actores son protagonistas.
Resulta preocupante la reducción de los espacios democráticos, la proliferación de leyes restrictivas que limitan los derechos de los medios de comunicación y las libertades, la falta de compasión por vidas humanas, las graves violaciones que a diario se producen en todos los rincones del planeta por gentes sin escrúpulos; todo ello como producto de un enfermizo cohabitar de envidias, codicias, y luchas por el poder. Esperemos que algún día, no muy lejano, el dominio se ejercite con clementes propósitos y pase de estar, únicamente en manos privilegiadas, a ser un concesión de servicio con opción universal y tiempo acotado.
Hay poderes que se han vuelto verdaderamente torturadores; con medidas inhumanas, degradantes y crueles. Por ello, se me ocurre pensar que, coincidiendo con la fecha del Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura (26 de junio), fuese saludable recordar que este tipo de hechos que nos horrorizan, en virtud del derecho internacional, constituyen un crimen de lesa humanidad. De ahí, la importancia de investigar los casos de martirio, identificar a los responsables y ponerlos a disposición de la justicia.
Por otra parte, deberíamos propiciar mucho más la referencia y el referente de las numerosas personas que se juegan la vida auxiliando, alentando, ayudando a sanar y a reintegrarse en la sociedad. En este sentido, considero muy elogiable la labor realizada por la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, a través del Fondo Voluntario para las Víctimas de la Tortura, por su persistente apoyo psicológico, jurídico, social y económico.
Esta es una vía que me parece que hay que potenciar, si en verdad queremos reparar deterioros y rehabilitar personas por el daño causado. En cualquier caso, todos nos merecemos ser respetados en nuestra dignidad, considerados personas, por lo que no es de recibo que persista cualquier tipo de tortura y se mantenga, aún en la actualidad, una cultura de impunidad.
A mi manera de ver, las sociedades tienen que aprender a resolver sus disputas de forma pacífica, con instituciones eficientes y líderes justos, donde prevalezca el derecho de las personas al desarrollo y se respeten las libertades fundamentales. Por desgracia, son muchos los lugares del planeta donde se sospecha que los servicios de seguridad suelen privar de libertad, arbitrariamente, a ciudadanos. Lo mismo sucede con la pena de muerte, el derecho internacional indica que sólo puede aplicarse cuando un tribunal competente haya emitido el veredicto, después de un proceso jurídico con todas las garantías. ¿Cuántas veces se obtienen confesiones mediante la tortura y la celebración de juicios sin garantías para los acusados, y se aplica esta pena capital, de la que tanto uso hace de ella los regímenes totalitarios y dictatoriales, utilizándola como instrumento de supresión de la disidencia política o de persecución de las minorías religiosas y culturales?
