Ni bien pisaron tierra sanjuanina, algunos inmigrantes visionarios detectaron que la amplitud térmica, la escasa cantidad de lluvia que cae al año, y la poca humedad en el ambiente, serían características fundamentales para que desde la provincia salieran uvas con sabor y aromas únicos. Pero desde entonces, a fines del siglo XIX, el camino que recorrió la vitivinicultura local fue largo, escarpado y complejo. Con momentos que alcanzaron la cumbre, y con otros que rozaron el ocaso. Lo cierto es que esta actividad marcó un antes y un después en la provincia y le puso un sello inconfundible a San Juan. De la impronta del vino a granel, pasando por la confección del primer Tetra Brik, hasta llegar a los vinos de alta gama que son reconocidos mundialmente. Un camino recorrido que DIARIO DE CUYO, plasmó en estas páginas. Todo para celebrar los 451 años de la Fundación de San Juan.
En este suplemento, que busca homenajear a los pioneros y a los que todavía dejan hasta el alma en la producción del vino, se podrá ver cómo el apellido Graffigna se transformó en hito vivo de la industria vitivinícola. Con 143 años, es la bodega más antigua de la provincia. Mientras que el símbolo de la época dorada lo encarnó CAVIC, que nació en 1963 y marcó una etapa de esplendor, para ver el ocaso en 1991.
Será difícil olvidar aquella camiseta de Boca en la que se promocionaba los vinos Maravilla, producidos en la bodega Gualino y Escolar. Mientras que en los libros de la histórica vitivinícola de la provincia, quedará grabada a fuego la bodega Cinzano, que en su momento fue la destiladora más grande de Sudamérica, o la bodega Cusnir, la primera en envasar en Tetra, en el mundo, en 1981, lo que implicó toda una revolución.
Fotos, historias y testimonios también servirán para revivir Las Piedritas, una bodega con sello francés, cuyos dueños, los Langlois, fueron precursores de la cepa de vid Syrah, en Pocito.
Tras décadas negras, en las que la industria vitivinícola vio el ocaso, aires de esperanza volvieron a soplar en estas tierras. Así, comenzaron a aparecer bodegas que convirtieron la tecnología y la excelencia de sus productos, en bandera. Ejemplo de ello es Casa Montes, en el corazón de Pozos de los Algarrobos, en Caucete, que posee maquinarias que fueron vanguardia en la provincia. Hasta aparecer los vinos de autor, esos que personaliza un enólogo de acuerdo con su gusto, como sucede con Tingere.
Todo esto sin olvidar la mística de la bodega López Peláez, que nació con una particularidad, ya que sus fundadores le pusieron fecha de defunción, que fue respetada a rajatabla por los sucesores. Así, el sitio cerró sus puertas, tras 100 años de existencia, el 31 de diciembre del 2000.
El recorrido histórico de esta industria, a través de 56 páginas, servirá para viajar en el túnel del tiempo y conocer más de la actividad que puso sello a la tierra del buen Sol.
