Para trabajar con el grupo del programa Danza y Malambo -de la Dirección de Arte y Oficios, encabezado por Silvana Moreno y dependiente del Ministerio de Turismo y Cultura- y para presentar hoy un espectáculo con parte del ballet de la Universidad San Martín (UNSAM) que dirige. Esos son los motivos que trajeron a San Juan, por primera vez, a uno de los precursores de la danza contemporánea del país, el reconocido Oscar Araiz (72), creador del ballet del Teatro San Martín, ex director de los ballets del Colón, del Argentino de La Plata y del Grand Theatre, Geneve (Suiza); coreógrafo convocado por famosas compañías de Brasil, Francia, Estados Unidos, Israel, Italia, Holanda, Alemania y Portugal, entre otras cosas. "Damos y tomamos clases y haremos una suerte de taller con una obra mía que les interesa mucho… Es todo un experimento y, ojalá, puede ser la punta de un gran proyecto. A mí me atraen mucho los proyectos en el interior del país", cuenta en charla con DIARIO DE CUYO Araiz, que con la sencillez de los grandes prefiere la idea de intercambio a la de volquete. "En el grupo que tengo, casi todos son del interior y encuentro en ellos una virginidad que tiene que ver más con su personalidad que con lo técnico y que es tan o más valiosa. Tienen una gran entrega, son sensibles y grandes personas. Es un placer estar con gente con estas cualidades; y además eso redunda en un trabajo creativo excelente. Esa es una característica que veo en la gente del interior", agrega, y subraya que hay que apuntar a la pluralidad y la diversidad. "Debería haber espacio para todos", dice.

– Hace ya un tiempo que importantes maestros viajan por el país, oportunidad que no existía…

– Eso es algo que siempre debió haber pasado, porque hay que descentralizar y porque creo que hay una cierta apreciación y necesidad que es muy estimulante, porque no se trata sólo de ir a dar, sino de intercambiar. En el país hay movimientos muy interesantes, como el de Neuquén por ejemplo, que implica también un trabajo social que es interesante…

– ¿Realmente se ha potenciado el "uso" de la danza como herramienta para un cambio social?

– La danza y el arte en general, siempre han tenido ese resultado. No es su función, su tarea, pero producen eso. El arte es sanador es armonizador; y la danza que es orgánica, que va directamente al cuerpo, es una herramienta muy valiosa. La danza siempre tuvo esa cualidad, tal vez inconciente y ahora lo están haciendo concientemente y ya como con una función, hasta política también.

– ¿Puede decirse que es una de las vías que abrió esta "popularización" de la que tanto se habló con Bocca o Guerra?

– La popularización es porque ellos abrieron el espectro, pero yo no lo encasillaría en la danza clásica, aunque haya sido ella la vía para que eso ocurra. Lo fundamental, me parece, es que ellos abrieron la profesión de la danza, sobre todo para los hombres, que ha sido muy difícil. Ellos voltearon tabúes y mostraron que se puede vivir de una profesión, que estaba como escondida. Y más allá del reconocimiento y la estabilidad económica, también tiene que ver con el deseo íntimo de hacer eso y vivir de lo que le gusta.

– Usted pudo hacerlo…

– Yo me entregué a la danza en mi adolescencia. Venía del dibujo, de la pintura, de la música, tuve una madre que influyó bastante en esos lenguajes, pero podría decir que tuve una infancia muy gris y la danza fue un renacimiento. Con la danza descubrí un lenguaje con el que pude comunicarme con los demás, una profesión que me hizo independiente y que me dio identidad social… Con la danza yo sentí la libertad de ser, dentro de límites lógicos, claro, pero libertad al fin…

– ¿Y fue difícil sostener esta profesión?

– Tuve mucha suerte, porque fue muy rápido y con mucha aceptación, pero también he librado grandes batallas, se lo puedo asegurar, con muchos gobiernos y situaciones político-sociales. Estuve muchos años afuera, pero todo lo que hice en Argentina dio siempre muy buenos frutos, que ahora están en muchas generaciones de bailarines, en otros creadores y sobre todo en el público, y eso es la mejor recompensa que yo puedo recibir.

– ¿Alguna vez se le ocurrió desistir?

– Desgraciada o felizmente, hay cosas de esta actividad que me resultan esenciales. Las horas pasadas en un estudio ensayando, trabajando, investigando se me pasan volando, son las más maravillosas que tengo en el día; entonces me resulta muy difícil renunciar a eso. Si no fuera por eso, creo que sí… Tengo un aspecto medio romántico, me gusta la naturaleza, los animales, salir de la ciudad, pero los intentos que he hecho de producir en eso, que son muchos, no dieron resultado (risas).

– En definitiva no se sabe si Oscar eligió la danza o la danza a Oscar…

– Yo creo que ella me eligió a mí, por suerte.

– Y cuando usted crea ¿Piensa en el público o la experiencia es personal?

– La verdad es que pienso básicamente en lo que me hace disfrutar a mí y a quien me acompaña en ese momento, y después eso se amplía. Si nosotros la pasamos bien, es un signo de lo que va a pasar después…

– Eso atenta contra la sentencia de que la danza es para entendidos…

– Yo creo que la mejor manera disfrutar de la danza es dejar los prejuicios, no hacerse rollo con lo que va a ver, porque eso permite que las cosas lo atraviesen. Cuántas veces hemos escuchado "Ah, yo no entiendo nada, pero me gustó" o "Ah, yo no entiendo nada, pero no me gustó". Ese "me gustó" o "no me gustó" es lo que más importa, porque la danza va dirigida a las tripas, no a la cabeza. Puede que esté más o menos educada y que ese sea un factor que influya, pero para sentir sólo se necesita sensibilidad.