Tras Uruguay e Italia, Francia fue el encargado de organizar el Mundial de 1938 pero con la sombra de la Segunda Guerra Mundial siempre presente y con la deserción de varios seleccionados importantes, entre ellos el de Argentina, debido a que la FIFA no cumplió con la alternancia de sedes por continente. Junto al seleccionado albiceleste también se ausentaron en medida de protesta sus pares de Uruguay, Estados Unidos, Costa Rica, El Salvador, México, Colombia y Guayana Holandesa. De hecho la Argentina era el lugar indicado para organizarlo, aunque la FIFA cedió a la presión europea, donde se vivía un clima político tenso por el inminente conflicto bélico. En este sentido, una de ellas fue Austria, que se clasificó para disputar la fase final en Francia pero tomó la decisión de retirarse.
Fue un campeonato del mundo en el que volvió a alzar el título Italia, que conquistaba por segunda vez consecutiva el trofeo Jules Rimet. El dictador Benito Mussolini, al igual que en Italia ’34 tuvo de nuevo su particular protagonismo para que su país volviera a triunfar.
La Italia de Il Duce comenzó a mezclar fútbol con política antes de que el balón echara a rodar en el Mundial de Francia. Así, Mussolini despidió personalmente a la "azurra" en el Palazzo de Venezia con los jugadores vestidos con ropa paramilitar. Durante el partido de octavos ante Noruega, los italianos no dudaron en realizar el saludo fascista hacia el palco antes de comenzar el encuentro, ganándose la enemistad del público para el resto del torneo.
Hubo partidos memorables, como el Brasil-Polonia, que es considerado uno de los mejores de la historia debido a que el marcador 6-5 y después de disputarse la prórroga. El Pichichi del torneo, Leónidas, marcó nada más y nada menos que cuatro goles de Brasil. Fue un Mundial que cosechó un gran éxito y en donde pudo verse los estadios más modernos del momento. Unos meses más tarde, las balas silenciaron al fútbol y ya no se volvería a celebrar un campeonato del mundo hasta 1950. El deporte no pudo con la guerra.
