Manuel Belgrano, nacido el 2 de junio de 1770, figura de nuestra historia, el vencedor de Salta pertenecía a la estirpe de esos hombres que luchan en un presente con los ojos puestos siempre en el porvenir.
Orestes Popescus, profesor de la Universidad de la Plata y eminente sociólogo e investigador, habla de él como el primer desarrollista del país. En efecto, en sus escritos especialmente en la llamada "Memorias Económicas” establece pautas con el objeto de efectuar un cambio en las estructuras de entonces. El mismo se refiere a diversos aspectos: tecnológicos, culturales y económicos.
El doctor Mario Carlos Belgrano, sobrino tataranieto del general, en una entrevista efectuada hace algún tiempo concedida a Wilma Osella, le comentaba que en una de sus memorias escritas en 1802 afirmaba: "todas las naciones cultas, se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su empeño es conseguir no sólo el darle nueva forma, sino aún atraer a la de extranjeros para efectuar lo mismo y después venderlas”.
Esto demuestra perfectamente que uno de sus deseos era la industrialización del país. Pero no solamente se limitaba en lo referido a la industria, sino que alentaba la construcción de barcos (astilleros), puertos, compañías de seguros, muelles etc. Quizás esos deseos fueron los que los impulsaron a crear establecimientos como la Escuela Náutica, la Academia de dibujo y tantas otras. Anhelaba por sobre todas las cosas la libertad en todos sus aspectos. Lo demuestra claramente cuando el 18 de enero de 1812 le escribió a José Gaspar Francia: "Amigo, la vida es nada si la libertad se pierde”. Esto se advierte en la faz militar del prócer durante sus campañas militares.
En el Regimiento de Misiones establece los principios de igualdad entre nativos (indígenas) y españoles. Es la primera declaración de derechos que existe en el país. Según afirmaba el Dr. Mario Carlos Belgrano, deseaba la independencia de su país porque este concepto formaba parte de su personalidad: independencia de juicio y decisión. En la batalla de Tucumán desobedeció las órdenes del Gobierno: algunos autores la llamaron "la desobediencia genial”.
El general Mitre dice que con ella salva la revolución, porque fue vital para la guerra de la emancipación. En una carta a Chiclana le dice: "Siempre se divierten los que están lejos de las balas. También son ellos los más a propósito para criticar las determinaciones de los jefes: por fortuna dan conmigo que me río de todo y hago lo que me dicta la razón, la justicia, y la prudencia. Yo no busco la gloria sino la unión de los americanos y la prosperidad de la patria”.
Belgrano ha sido la justicia, la libertad y la democracia, nuestra tierra debe ser la heredera del viejo continente, una nación cuyo nacimiento él previó y ayudó a concretar. Murió por lo que quiso, por lo que sostuvo y por lo que creyó.
En el presente se cumplirán 194 años de su fallecimiento (1820). De él se ha dicho: "la indiferencia fue su réquiem, la miseria su mortaja, y la soledad su postrer cortejo”.
Tenía 50 años de edad, pero era como si hubiera vivido siglos, porque estaba de regreso de todas las victorias y todos los olvidos. Sus últimos días tuvieron un amargo sabor de injusticia, por eso los homenajes que le debe rendir la posteridad necesitan tener un hermoso sentido reparador.
Fue el novio eterno de la Patria, como todas las novias, precisó que los años le serenasen y entregarle para siempre su corazón. La Nación toda debe mantenerlo en el recuerdo, porque la Argentina no es patria de ingratos.
(*) Escritor.
