Era el bar de Don Abraham, allí donde los trabajadores de las bodegas El Globo y Cinzano tomaban un vaso de vino con soda y jugaban una partida de cartas apenas terminaban su jornada laboral, un rito que mantenían antes de rumbear a sus casas, según contaron los vecinos. De eso ya pasaron más de 70 años y aquel bar estaba en Ignacio de la Roza e Hipólito Yrigoyen, en la tradicional Esquina Colorada. Luego, esa casona fue sede de distintos comercios, siempre manteniendo sus altas paredes de adobe y su fachada original, a pesar del paso del tiempo que fue cambiando el entorno. Se trata de la última casona de adobe que quedaba en pie en ese cruce de calles, el último vestigio de antigüedad que le daba el toque costumbrista a la Esquina Colorada. Ahora, ese rincón empezó a ser demolido y los vecinos ya sienten un dejo de nostalgia.
De acuerdo a los habitantes de la zona, al ex bar de Don Abraham y que luego fue negocio de diferentes rubros (el último fue un centro odontológico) se le cayó una pared interna y eso fue el puntapié para que las dueñas del lugar decidieran empezar a demoler, por los daños estructurales. Ya le sacaron el techo y las paredes que conformaban los salones; las puertas y ventanas que daban a las veredas fueron reemplazadas por placas de MDF.
“Como vecino siento que se va parte de la historia de la Esquina Colorada. Es imposible no sentir tristeza porque una vez que la casona de Don Abraham no esté más en pie, ya no quedará ninguna construcción antigua en los cuatro vértices”, contó “Pirincho” Gómez, quien vive a unos metros de la esquina y rearmó la historia del lugar para que pudieran instalar un momento en la vereda Suroeste, el año pasado (ver aparte).
La casona que empezaron a demoler pertenece a los Beirán. De acuerdo a los registros de Gómez, la familia de Don Abraham Beirán vivía en la misma vivienda en la que el salón principal había sido convertido en bar. Estiman que esa casona tiene más de 80 años, por lo que resistió los terremotos de 1944 y 1977.
Después del cierre del bar, los Beirán decidieron alquilar toda la esquina, durante muchos años. Durante décadas hicieron remodelaciones y arreglos para que funcionaran distintos comercios, pero los problemas edilicios esta vez fueron más importantes y tuvieron que demoler. Según contaron, luego de la mudanza de los inquilinos llegaron operarios de una empresa y en pocos días tiraron abajo toda la parte interior y el techo de la casona. Este diario no pudo contactar a la hijas de Beirán, a la vez que los vecinos desconocen qué pasará finalmente con la esquina.
QUÉ HABÍA EN CADA LADO:
En la esquina Sureste existía una vieja casona que se mantuvo en pie hasta su demolición en 2006. Ese lugar, contaron, fue el que le dio el nombre a la Esquina Colorada. Es que se cree que allí estuvo al principio la pulpería administrada por los jesuitas, en la que vendían al menudeo el vino que producían en sus bodegas o que intercambiaban por otros productos. Si bien los jesuitas se marcharon, la esquina mantuvo su punto de encuentro de paisanos y en lo que siguió siendo una pulpería o almacén de ramos generales con hospedaje se reunían los gauchos federales, que se identificaban con el color rojo punzó. De allí lo de Esquina Colorada.
Luego hubo casonas de adobe y la última fue derrumbada hace casi una década, por lo que sólo quedó un baldío.
Enfrente, donde ahora hay una estación de GNC, estaba el botiquín de los Quiroga, demolido hace más de 15 años. Y del otro lado, en la otra estación, anteriormente existía una vieja “bomba de nafta”, que le pertenecía la familia Aranda.
