La aversión al árbol es parte de la cultura sanjuanina, todo una paradoja en una provincia semidesértica donde la sombra de la arboleda es una bendición reservada para la vida en los oasis, donde se concentran las principales actividades sociales y productivas. Estamos transitando otra etapa vegetativa y no se conocen programas concretos de forestación masiva para esta estación propicia, como lo están haciendo provincias vecinas, caso de San Luis, donde se han priorizado la implantaciones con ejemplares destinados a ampliar los espacios verdes y con variedades que generen mayor cantidad de oxígeno, como una contribución mayor a la lucha contra el cambio climático. Otro tanto lo hacen en Mendoza, donde el respeto al árbol es parte de la convivencia con la naturaleza para atenuar los efectos de las altas temperaturas veraniegas.

Mientras la forestación sigue olvidada en nuestra provincia, sin viveros para proveer ejemplares ni programas para crear conciencia, los árboles se siguen perdiendo cada vez que un viento fuerte los derriba o se secan porque el mantenimiento ni siquiera prevé el riego. Las ráfagas de viento sur del martes último, que alcanzaron 50 km/h, abatieron en el Gran San Juan alrededor de 26 ejemplares del arbolado público, que en la mayoría de los casos pudieron salvarse si no hubiesen sido depredados por las podas para dar paso a los cableados de servicios. Esta práctica desequilibra al tronco y al follaje y no hay defensa natural para soportar los embates de un vendaval.

La cuota de la tala indiscriminada se suma a la pérdida de espacios verdes y ninguna multa por rigurosa que sea, puede recuperar un árbol a veces centenario. Lo realmente grave es que los municipios y otras dependencias oficiales son los ejecutores de las erradicaciones o las mutilaciones de la arboleda, incluyendo los atropellos en el Parque de Mayo para hacer lugar a la exposición de la Fiesta Nacional del Sol.

Pero lo verdaderamente insólito es que la Secretaría de Ambiente, a través de la Subsecretaría de Conservación, sea responsable del abandono del Parque Tres Puentes, declarado Paisaje Protegido, en Alto de Sierra. Un bosque de 11.000 árboles autóctonos que se está secando por falta de riego: sólo quedan 8.000 en medio de una imagen desoladora. La inoperancia del organismo y la falta de colaboración de los municipios vecinos, dejan a la vista lo que hace tres años pomposamente calificaron de ser parte de un megaplan de reforestación provincial.