El 25 de Mayo de 1810 fue el centro de los contenidos sociales y políticos que sembraron la Argentina que hoy somos. La fuerza revolucionaria comenzó en 1806, nutrida por la liberalidad, el cosmopolitismo, la riqueza y el sentido innovador de la Buenos Aires que pronto sería llamada "’inmortal” por los coetáneos.

De lo que se habla en ese mundo político que no existía hasta poco antes es de libertad. Ésta significaba la ruptura de las estructuras sociales, económicas y políticas que venían de los 300 años de imperio. Ruptura que habían predicado muchos, como Mariano Moreno, que hace su tesis universitaria en Charcas contra la injusticia del trato a los indios, en 1802; Manuel Belgrano, que brega por todas las formas posibles de igualdad, promoción de la mujer, fundación de institutos de enseñanza y progreso económico en sus 16 años como secretario del Consulado, y Cornelio Saavedra, que en 1803, como síndico del Cabildo, produce un enérgico alegato en favor de la libertad de trabajo contra los monopolios de los gremios. Esos son los hombres de la Junta que emprenderá todas las reformas.

En 1811 se consolida la libertad de prensa; en 1812, Bernardino Rivadavia, como secretario del Triunvirato, pone en marcha las primeras políticas de inmigración, y en 1813 se legisla la carta de ciudadanía para los españoles peninsulares y todos los extranjeros que reconocieran el nuevo régimen. Esta política de apertura y garantías es una marca distintiva del nuevo país en gestación, implica un sólido principio de respetar las diferencias y abre el cauce a lo que será más tarde la llegada de nuestros antepasados inmigrantes.

En 1825, mediante el convenio con Inglaterra, la Argentina establece definitivamente el principio de libertad de cultos. Hace 203 años se produjeron muchos cambios políticos en el mundo hispano y muchas revoluciones políticas o actos emancipatorios.

La nuestra fue una revolución diferente. De ella deriva el formidable vigor de la Argentina, que se puso al frente de la vanguardia continental, abrió el cauce a nuestros abuelos inmigrantes, ofreció una gran tarea de educación e inclusión y formó una conciencia profunda que cuajó en que aun mucho después, en 1983, fuera también la Argentina la que encabezara en la región la reconstrucción de la democracia.

Nos conviene recordar, reconocer y celebrar esa Revolución diferente: es la génesis que nos permite saber que la libertad conquistada hace más de dos siglos es un precioso don que no se puede perder, debilitar ni mancillar.