En la Iglesia transcurre el tiempo de cuaresma, y con él la reflexión acerca de uno de los misterios más grandes al que se enfrentó la humanidad. Dios, el infinito, se hace presente en la historicidad humana.

Jesús entró en esa historia, desarrolló su misión, y la consumó cuando llegó la hora de cumplir con la obediencia al Padre hasta la muerte de cruz.

Ha llegado la hora. Jesús se retira a orar a un lugar alejado, Getsemaní, ya está próxima la pasión; igual hizo antes de comenzar su ministerio, se alejó al desierto, solo con Dios. Lo acompañan los tres discípulos que lo vieron en la transfiguración, Jesús ora al Padre con tristeza de muerte; se siente solo en la angustia ante la pasión. Sabe que el final es la resurrección, pero el camino es la cruz; como ya lo había anunciado.

"Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día."

La expresión "comenzó a enseñarles" induce a pensar que después de haberlo hecho con parábolas, Jesús decide anunciar directamente su misión como Mesías, la cita del evangelio de Marcos continúa con otra expresión que indica esa intención de Jesús: "Hablaba de esto abiertamente" (Mc 8, 32). Así se entiende en el libro una comunidad lee el Evangelio de Marcos, Fausti Silvano y otros, p.290: "es verosímil que Él haya tratado gradualmente de informar a sus discípulos acerca del vínculo muy estrecho que existía entre su misión y la cruz".

Las señales sirvieron para entender este gran misterio, pero ahora el anuncio es directo, la misión de Cristo no puede separarse del sufrimiento, a eso sigue la gloria de la resurrección. Además el contenido de ese anuncio es la misma persona de Jesús. La hora de Getsemaní significa que lo anunciado está a punto de cumplirse, además sabiéndolo Jesús se ve ante la prueba decisiva, la obediencia al Padre hasta la muerte de cruz; sabe que a esto ha venido, lo ha anunciado, y ahora lo enfrenta solo, los discípulos duermen. A esto apuntaba la predicación, también los milagros, a la manifestación de su propia persona; y esa noche, su manifestación hace posible el encuentro personal del hombre con Dios, en la cercanía del pan y el vino, en algo tan próximo a la cotidianidad humana.

Todo está preparado, sigue la pasión, sudó gotas de sangre. En el límite de la angustia, solo ante el Padre, aceptó vivir auténticamente la experiencia existencial de la muerte; eso significa el dolor físico y la angustia, la tristeza hasta la muerte. En ese momento aparece con claridad el significado de la vida, lo que se ha hecho, ahora es el haber sido, Jesús ha sido quien mostró el rostro humano de Dios, quien manifestó su propia persona como el Mesías, quien hizo milagros, perdonó pecados; ahora, en el final de su paso por la historia humana, el haber sido lo lleva a la consumación de su misión como enviado del Padre.

Ya es la hora: "Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora". La hora de Getsemaní puede sintetizar la misión de Jesús como Redentor, solo falta la mayor obediencia al Padre que le hará decir en la agonía: "todo está cumplido". Pero en la predicación de Jesús su muerte está unida a su resurrección, solo basta esperar el tercer día en que Jesús aparecerá glorioso, se celebrará el domingo de Pascua como cumplimiento de las promesas mesiánicas.