Tomás se levantó temprano ayer y buscó las cañas adecuadas. Después desarmó la banderita de plástico que usó cuando fue al desfile del Bicentenario y que luego agitó cada vez que Argentina jugó un partido en el mundial de fútbol de Sudáfrica. En poco tiempo y con la ayuda de su mamá, el niño de 10 años, armó su propio barrilete. Lo probó en la vereda y cerca del mediodía partió con toda su familia hasta el predio de Ceferino Namuncurá, que está en San Martín. Tanta preparación le sirvió porque su barrilete fue el que más llamó la atención en el 2º Concurso de Barrilete que se llevó a cabo allí, y al que asistieron más de 100 niños de distintos puntos de la provincia.
El centenar de piolines se entrecruzaron en el cielo, al igual que los barriletes de distintas formas, tamaños y diseños. Y es que la creatividad fue lo que primó en la competencia de ayer. La consigna para participar era que los barriletes fueran de confección artesanal. Es por eso que algunos apelaron al clásico papel de volantín, otros a las bolsas de nailon transparentes y los que armaron el barrilete a último momento, recurrieron a las bolsas negras de consorcio. Más de 100 barriletes surcaron un cielo que por momentos estuvo cubierto de nubes. Pero para beneficio de los participantes, el viento que corrió ayer, fue el apropiado para que esas estructuras coloridas, pudieran elevarse bien alto y mantenerse durante mucho tiempo en el aire.
"La técnica está en tirar la piola. Yo aprendí mirando y después practicando mucho", contó Tomás Aguilar que vive en Alto de Sierra. Mientras que Tania Pérez, de 3 años, se paseaba con un barrilete rosado que combinaba con su vestuario. La de ayer fue una jornada para la familia, donde el juego sirvió como excusa para comerse un asadito o salir a tomar mate en una siesta dominguera. El broche de oro fue el sorteo de bicicletas y muchos juguetes entre los niños que participaron del concurso, que estuvo destinado a los chicos de hasta 12 años de edad. Lo que se buscó es que el barrilete se mantuviera en el aire el mayor tiempo posible y que fuera de fabricación propia. Aunque hubo muchos adultos que se animaron a remontar el volantín, al igual que lo hacían cuando chicos. A esto se sumaron los vendedores ambulantes que desembarcaron en el predio con una buena variedad de barriletes para ofrecer.
