Contrariamente al "apagón nuclear” ordenado por la primera ministra de Alemania de Angela Merkel, a mediados de marzo último, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, confirmó ayer que su país invertirá 1000 millones de euros en el desarrollo de la energía nuclear del futuro, especialmente en los reactores de cuarta generación y en seguridad nuclear.
La posición del gobierno galo, diametralmente opuesta a la de su vecino Alemania, que dispuso desconectar del sistema eléctrico a los siete reactores más antiguos tras la tragedia en la central japonesa de Fukushima, lleva a considerar la razonabilidad de Sarkozy al apoyar decididamente la generación nuclear mediante la construcción de nuevos reactores que garanticen una seguridad a prueba de cualquier imprevisto natural, como ocurrió con el terremoto y posterior tsunami que asolaron las islas asiáticas. Otra inversión similar prevé el gobierno francés para desarrollar proyectos de energías renovables no contaminantes, dentro de un paquete de 35.000 millones de euros para financiar 150 planes seleccionados, a partir de este año.
El problema energético europeo es por demás complejo, ante el agotamiento de los combustibles fósiles y la mayor demanda por crecimiento demográfico y de productividad. El Gobierno de Merkel actuó por impulso, pensando en su futuro político, al ser presionada por la opinión pública luego de conocerse los estragos de la catástrofe japonesa, pero la industria alemana le advirtió también de que el cierre prematuro de los reactores nucleares podría tener consecuencias nefastas para la economía si no se plantea una alternativa para sustituir el 23% de la electricidad que consume el país.
Francia, según se observa en este anuncio, considera la lógica de perfeccionar la generación atómica de manera de disponer de energía limpia y con todas las seguridades ante situaciones fortuitas. "Francia ya va por delante en el sector”, dijo el mandatario, recordando que la industria nuclear francesa en el pasado fue perdiendo licitaciones sobre todo porque sus reactores son muy seguros y, por lo tanto, costosos.
El temor por nuevos accidentes como los ocurridos en Chernobyl y Fukushima no tiene justificativo si las plantas se construyen con las seguridades absolutas de invulnerabilidad por imprevistos operativos, técnicos o naturales.
