Olga Analía Avila (26) hacía el almuerzo en la cocina, cuando la falta de algunas verduras para completar el menú la llevaría, sin saberlo, a tomar la decisión más importante de su vida. Por algo que ayer atribuía a su ‘corazón de madre’, resolvió que ese trámite de cinco minutos en una verdulería cercana a su casa, debía hacerlo acompañada de Tatiana (4), Florencia (2) y Tomás (10 meses). Todos dormían cuando la joven los despertó y los sacó de la cama para ir al comercio. Minutos después, Olga volvió y, apenas abrió la puerta, una suerte de onda expansiva de humo la derribó hasta hacerla caer sentada.
Entonces los gritos desesperados, la llegada de los vecinos con mangueras y baldes de agua. Entonces la impotencia, porque a pesar de los esfuerzos, el fuego había ganado lugares claves, como el techo de cañas y palos con cielo raso de telgopor, y avanzaba sembrando destrucción.
La llegada de bomberos sirvió para controlar el siniestro y para establecer que todo se había iniciado por un cortocircuito en la heladera, que quedó calcinada. La propagación del fuego por el techo, sin embargo, llegó a los dos dormitorios y al resto de la casa y destruyó un TV, un DVD, dos aparadores, tres camas, el andador y el corralito del bebé, y toda la ropa y el calzado.
Ocurrió a las 12.30 de ayer en Chacras al 161 del barrio Buenos Aires, Chimbas. Allí le prestan a Olga para que viva con su pareja, el mecánico Eduardo Calderón y sus hijos.
Ayer, la mujer estaba conmovida por haber perdido todo pero muy agradecida de haber actuado como lo hizo, porque su decisión sirvió para salvarles la vida a sus pequeños. ‘Todos dormían y si los dejaba podría haber pasado lo peor por el incendio. Gracias a Dios que no fue así, gracias a Dios mi corazón de madre me dijo levantalos y llevátelos’, dijo, estremecida. Por la tarde, recibió algo de ropa del Club Amigos del Trueque y también ayuda del Ministerio de Desarrollo Humano.
