Llevar la Misericordia al valor real de la vida cuesta a todos los humanos, entonces, ¿cómo desaprovechar la ocasión en un Domingo de Gloria? El Presbítero José Manuel Fernández, Doctor en Derecho Canónico y profesor en la UCA, es quien fundamenta el llamado a tener un ‘corazón compasivo’.

Más allá de cualquier desprestigio lingüístico o social al que se pueda prestar, volver a la misericordia es retomar la carga de un valor sin el que la trayectoria de la persona no sería humana. Esto equivale a decir que, antes que nada, la misericordia es un valor humano, algo que pertenece al cimiento de nuestra más básica estructura. Algo tan simple parece ser negado por el mal que hace estragos en el mundo. Pero no hay que dejarse llevar por espejismos: ‘la misericordia entre humanos está ahí desde los tiempos ancestrales’.

El Papa Francisco, el Cuarto domingo de Cuaresma, en la Plaza de San Pedro dijo: ‘Nos hemos reunido para celebrar la liturgia penitencial. Estamos unidos a tantos cristianos que, hoy en cada parte del mundo, han recibido la invitación a vivir este momento como signo de la bondad del Señor. El Sacramento de la Reconciliación, de hecho, permite acercarnos con confianza al Padre por tener la certeza de su perdón. Él es verdaderamente ‘rico de misericordia’ y la extiende con abundancia sobre aquellos que recurren a Él con corazón sincero. Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Quizá este sea uno de esos ‘momentos’: se te da la posibilidad de acercarte con sosiego a este valor evangélico y humano, la misericordia por ti y por el otro’.

1- ¿Qué es la misericordia?

Es una virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos. La etimología derivada del latín ‘miserum cor’, significa ‘corazón compasivo’. Pero hay que diferenciar la compasión de la lástima. La primera es ‘sufrir con el otro que padece’, mientras que la lástima significa ‘observar de lejos a quien padece’.

2 – ¿El hombre sabe ejercitarla en su día a día?

En la actualidad hay muchos hombres y mujeres, que aunque no sean creyentes, ejercen a través de instituciones o programas sociales, la maravilla de la cercanía y la proximidad bondadosa para promover la dignidad de toda persona humana. Eso es misericordia humana, pero que transfigura y transforma cualquier sociedad donde se encuentran estos ‘Buenos Samaritanos’. Al final, aunque ellos no lo sepan, transforman con su labor y sus gestos, esas tareas en obras de misericordia. También observamos hoy mucha indiferencia, expresión del egoísmo. Resulta vergonzoso que el mundo globalizado tenga que conmoverse por la foto de un niño muerto en una playa turca para que a Europa se le muevan sus entrañas y comiencen a dar asilo a millones de prófugos que no emigran porque quieren vivir mejor, sino que simplemente se ven obligados a hacerlo porque quieren vivir.

3 – ¿Quién es el prójimo? ¿La sociedad actual sabe quien tiene hambre o siente sed?

Prójimo significa ‘próximo’. No se trata de estar uno al lado del otro, sino ‘hacerse’ prójimo, generando cercanía y encuentro para superar las diferencias, saliendo de nosotros para ir hacia los demás. Hoy escuchamos a muchos hablar de misericordia, incluso en la Iglesia, que se comportan como hipócritas indiferentes, olvidando que el egoísmo es ateísmo. Por más que se digan creyentes, si son indiferentes son ateos. Frente al que padece hambre o sufre sed, no pocas veces le decimos que hay que reformar las estructuras económicas o políticas. El hambre y la sed deben ser ante todo saciadas, no explicadas. La Madre Teresa de Calcuta, que fue criticada por dar de comer en vez de luchar por la justicia social, decía: ‘Si alguien golpea a mi puerta pidiendo algo para alimentarse, no puedo darle discursos políticos, sino que le debo dar arroz y pan’.

4 – Tanto el hombre, mujer, adolescente y el niño también, padece de muchas infelicidades hoy, ¿Qué tipo de misericordia no entienden?

Hoy abundan los centros de placer, pero escasean las fuentes de la felicidad, porque el egoísmo ha pasado a ocupar el centro de la vida de no pocos. La misericordia engendra felicidad porque ésta reside más en dar que en recibir. Uno de los desafíos de hoy es educar para ser felices, que no tiene nada que ver con ser divertidos. Como señalaba el pensador francés Blas Pascal, ‘la diversión es de labios para afuera, en cambio la felicidad surge de un corazón generoso que se dona desde dentro hacia afuera’. Es que la felicidad no depende de la situación sino de la disposición. No es una meta a alcanzar sino un modo de caminar. Del mismo modo que no tenemos derecho a consumir riqueza sin producirla, tampoco deberíamos querer ser felices sin compartir la vida con los otros. Romper el aislamiento del yo para abrirse a los otros, es uno de los puntos claves para poder entender que el individualismo es un virus que destruye cualquier comunidad. Esto es lo que cuesta entender: que lo contrario al amor no es el odio sino la indiferencia.

5 – ¿Cómo ser misericordiosos en el día a día?

Rompiendo los estereotipos o categorías en las que dividimos al prójimo. Esto fue lo que hizo el samaritano de la parábola evangélica. Se trataba de un hombre proscrito, considerado herético. Él iba de viaje, vio a un hombre malherido y no hizo como el sacerdote o el levita, que lo vieron y siguieron de largo. Él lo vio, se detuvo, se conmovió, le curó las heridas, lo cargó sobre su montura y lo llevo a una posada para que se recuperara. Podemos ser más misericordiosos si aprendemos a vencer el ‘apuro’ de lo inmediato, para detenernos ante lo importante, especialmente cuando el otro padece. La misericordia, al ser fruto del amor, no tiene reloj y tiene siempre ojos. Lo decía Tomas de Aquino: ‘Donde hay amor, hay ojos’.

6- ¿Cuál es la relación entre misericordia y perdón?

La misericordia engendra el perdón. Hay mucha gente que dice que no puede perdonar porque no lo siente, a lo que hay que aclarar que el perdón no es una emoción, sino una decisión. Debemos querer regalar la reconciliación con aquellos que nos han herido. Cuando no perdonamos, el resentimiento y el rencor van herrumbrando el corazón.

7 – ¿Cuál es el pecado opuesto a esta virtud?

La dureza de corazón, que se traduce en la crueldad y cuyo hijo es el terror.

8 – ¿Cuáles son las faltas de misericordia del siglo XXI?

Pienso esencialmente en dos que van unidas: el no respeto a la vida y la violencia sistemática.

El gran médico alemán Albert Schweitzer, Premio Nobel de la Paz 1952, señalaba que para que una sociedad se jacte de ser humana debe reverenciar y respetar la vida. Ese fue su lema y nos dio el ejemplo en vida. Tras finalizar sus estudios de medicina, se trasladó a Gabón, África, junto con su esposa, en donde estableció un hospital para el cuidado de los leprosos. Veía una decadencia en la civilización occidental, debido a un paulatino abandono de las raíces éticas: las de la afirmación de la vida. Esto es falta de misericordia.

Pero también la violencia cotidiana y la terrorista sacude por todas partes y ámbitos: familia, escuela, trabajo, sociedad, política, mundo. Gabriel García Márquez decía que ‘un hombre solo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse’. Todos somos iguales en dignidad, y esto hay que defenderlo a ultranza. Nadie es menos y todos juntos somos más. La ausencia de mirada hacia el prójimo para animarlo a seguir caminando, también es violencia y carencia de compasión.

9 – ¿Cómo es el hombre compasivo?

Un corazón que se conmueve y se estremece ante el sufrimiento del otro. Lo ideal seria que, ya que decimos haber avanzado tanto a nivel de progreso humano pudiéramos decir como Terencio, el famoso escritor de la República Romana: ‘Ningún dolor humano me es ajeno’.