No sabemos cómo habrán sido los primeros sonidos ‘musicales’ del Hombre de Cro-Magnon o de Neandertal, pero todas las religiones asiáticas antiguas cultivaron la música como norma de culto; egipcios, persas, chinos, hebreos. Es lógico entonces que cuando el cristianismo se afianzó en Europa no olvidó que la música era un complemento fundamental para la Iglesia. Al principio era ‘monódica’ o sea construida sobre una sola melodía y durante siglos era fundamentalmente vocal. Hacia el siglo XII va surgiendo la ‘polifonía’ o sea dos o más melodías cantadas simultáneamente. El lugar privilegiado resulta ser Francia con dos nombres emblemáticos: Léonin -diminutivo de Léon- (1150-1201) y Pérotin -diminutivo de Pierre- (1170-1236) que residían en Notre Dame de París. Es lo que se llama ‘Ars Antiqua’. Si tenemos por ej. una voz de varón que entona una melodía y le agregamos una voz femenina o de niño al unísono encontramos lo conocido como ‘Organum’, o sea ir enriqueciendo una nota principal con otras. Así luego se utilizará el ‘Contrapunto’ o ‘discanto’ cuando la nota de arriba no sigue exactamente a la de abajo sino que sube o baja. Luego los ‘motetes’ (de la palabra francesa: ‘Mot’ = palabra) agregarán a una base eclesiástica, una, dos o tres canciones en lengua vulgar (‘politextualidad’) y así poco a poco fueron apareciendo motetes puramente ‘profanos’ que no eran litúrgicos sino que cantaban al amor u otros temas parecidos, con juglares, trovadores y ministriles. Para el Siglo XIV se da un cambio de forma en el estilo y a esto se lo conoce como ‘Ars Nova’ Guillaume de Machaut (1300-1370) es su mejor representante. Su ‘Messe de Notre Dame’ es la primera misa polifónica de un solo autor. Escuchamos el Gloria. Aunque el inicio: ‘Gloria in excelsis Deo’ se inicia en monodía del solista, el resto es polifónico y por momentos parece un motete juglaresco del estilo de Martin Codax, trovador gallego de casi un siglo anterior y de quien sólo nos quedan 7 ‘cantigas’. Gilles Binchois (1400-1460) era flamenco y en los siglos XV y XVI abundaban los compositores de esa nacionalidad en Italia. Tuvo una enorme influencia y es considerado el mejor melodista del siglo. A partir de él, el rondeau llegó a ser el canto más común. Pero la novedad del siguiente Renacimiento fue de una polifonía coral en la cual varias voces podían permitirse entonar su propio canto y a la vez con mayor respeto por el significado de los textos leídos. En este mundo aparecía el ‘drama’ y se mezclaban trovadores y músicos serios; había representaciones, ‘Misterios’ y ‘Autos Sacramentales’. En este contexto Juan del Enzina (1468-1529) contemporáneo de los Reyes católicos fue poeta, músico y autor teatral. Tradujo las Églogas de Virgilio y fue autor de varias otras demás de villancicos y comedias. Se lo considera el fundador del teatro español y justamente su ‘Arte de Trovar’ alude un poco a ello, a la condición del arte poético en su país. Sus obras son todas ‘profanas’ aunque él mismo fuera clérigo. ‘Más vale trocar placer por dolor que estar sin amores…’ data de 1496, ¡cuatro años después de descubierta América! Todavía el acompañamiento musical es muy elemental, laúd y algún bajo.

Pero comienza a crecer la presencia instrumental. Ya para el siglo XVI la música deja de ser un patrimonio francés. John Dowland (1563-1626) aunque también estuvo en Francia, su música es mayormente ‘cortesana’, excelente intérprete de laúd, sus poemas son sumamente románticos. Su estilo es conocido como ‘Melancolía’ muy de moda en ese momento de la corte de Isabel I.’ Flow my tears’ está como muchas canciones de laúd de Dowland basada en una danza, en este caso una pavana y aquí el motivo de una lágrima que se desliza por la mejilla. Por eso en 1596 se la tituló ‘Lachrimae pavane’ y es un ‘ayre’ o madrigal inglés que prioriza la línea vocal superior con acompañamiento de laúd. Y ese estilo de melancolía se apreciaba aún mejor en su muy conocida: ‘Come again sweet love doth now invite’: (‘Vuelve otra vez el dulce amor te invita’) que se nos ofreció como bis. Los ‘madrigales’ habían surgido a fines del siglo XIII y eran al principio composiciones vocales profanas sin acompañamiento para dos o tres voces. Costanzo Festa (1485-1545) compuso muchos, en general a 3 voces aunque ya para entonces los había hasta 6 voces. Habiendo entrado al Coro papal escribió música religiosa. Pero al escuchar ‘Cuando me encuentro con mi pastorcita’ me es imposible no pensar que hubiese inspirado a ‘La bella y graciosa moza’ del conjunto ‘Les Luthiers’. El flamenco-francés Jacob (o Jacques) Arcadelt (1504-1568) también estuvo en la capilla Sixtina y fue nombrado para el Coro de niños. (¿Antecesor de nuestra Ana María de Oro?) y publicó varios madrigales a 4 o 5 voces. Su ‘Ave María’ es creo, su pieza más fácilmente reconocible. Y de un universo católico saltamos al siglo XVII luterano. Dietrich Buxtehude (1637-1707) fue un celebérrimo organista; el mejor antes de Bach quien a los 20 años no dudó en recorrer 400 km a pie hasta Dinamarca para poder escucharlo y ser su discípulo por tres meses. ‘Membra Jesu Nostri Patientis Sanctissima’ = ‘Los santísimos miembros del sufriente Jesús’ es un ciclo de 7 cantatas dirigidas a cada una de las partes de Jesús crucificado: (Pies-Rodillas-Manos-Costado-Pecho-Corazón-Rostro). El origen es un poema medieval: ‘Salve mundi salutare’ = ‘Te saludo Salvador del mundo’ del monje cisterciense Arnulfo de Lovaina (+ 1520). Buxtehude mantuvo el texto latino y compuso un ‘Concierto-Aria-Cantata’ con inicio instrumental (ya no es sólo laúd) y el coro que pronuncia un texto sagrado. Como escuchamos la primera cantata ‘Ad Pedes’ = ‘a los pies’ se canta el texto de Nahum 2:1 ‘He aquí por los montes los pies del mensajero de la buena nueva que anuncia la paz’. Sigue un aria para soprano que no es un texto bíblico sino el sentimiento personal del creyente, luego otra soprano: ‘Los clavos de tus pies’ y luego el Bajo: ‘Dulce Jesús, Dios piadoso’, se retoma el inicio orquestal y finalmente se repite el ‘Salve mundi salutare’ o sea el poema de Arnulfo). Este esquema se repite con otros textos para cada uno de los 6 miembros restantes. Comienza con ‘Ad Pedes’ y termina con ‘Ad Faciem’. ¡De pies a cabeza! La pieza más ‘moderna’ fue un trozo de una sonata para cellos del francés de Bordeaux (conocida como la ‘Pequeña París’) Jean Baptiste Barrierére (1707-1747). ¡Qué lindo y qué pedagógico que José Villanueva nos introduzca las obras como hizo una vez con Stravisnky!