Dicen los escritos de la época que el agua se vengó porque no había sido invitada a la fiesta. Entonces, el estero de Zonda se rebasó. La usina colapsó y la iluminación de la plaza 25 de Mayo, que iba a estrenarse para el Centenario de la Revolución de Mayo, el 25 de mayo de 1910, nunca vio la luz. Lo que prometía ser la celebración más importante del siglo, se convirtió en una trifulca social. La gente rompió todas las farolas de la plaza. Hubo pedradas y hasta disparos la noche en que la luz se apagó. Tanta fue la perdida que ocasionó el colapso, que la empresa eléctrica se fundió. La electricidad pudo hacerse una realidad casi 3 años después.

Las salvas de fogueo se dispararon desde el cuartel del Ejército en Marquesado, y empezaron a escucharse durante el amanecer del 25 de mayo de 1910. Pero ningún sanjuanino imaginó lo que depararía el final de ese día. Según escribió Horacio Videla, en su libro Historia de San Juan, esa jornada hubo mucho festejo. En la plaza la gente participó en carreras de embolsados y en destrezas criollas. Ni bien despuntó el Sol, las campanas de la antigua Catedral, de los templos San Agustín, Santo Domingo y La Merced, empezaron a repicar. Y el silbato estridente de la locomotora del ferrocarril desde la estación anunciaba el festejo.

El atardecer llegó tranquilo. La gente esperaba el momento más importante de la ciudad: ver el ocaso de las lámparas de querosén y gas de carburo. Es por eso que la banda de música de la Policía se instaló en la plaza y hasta se ejecutó una retreta. La empresa eléctrica quiso que todo fuese perfecto ese día. La celebración tenía que ser inolvidable. Nada mejor que la electricidad, mejor muestra del avance del siglo XX para esto. Incluso, el Gobierno, a través de de la Dirección de Obras Públicas, dio la orden de aumentar el caudal de agua para producir más electricidad. Pero este fue superior al que el canal mayor pudo soportar y las usinas de Zonda y Concepción se inundaron. Se destruyeron las tomas y se inundaron varias viviendas aledañas, al igual que las plantaciones.

El apagón fue un invitado sorpresa a la celebración, que no tardó en transformarse en un caos. "El público enardecido por el apagón rompió los focos y las instalaciones. Lo que debió ser una celebración patria resultó una gran batahola", escribió Horacio Videla. Así, la empresa fue demandada y debió pagar tanto dinero en indemnización por daños y perjuicios, que quebró. Fue recién el 13 de febrero de 1913 cuando se le dio la concesión de la electricidad a la Compañía Andina de Electricidad. Así, la gente tuvo que esperar al menos dos años, después del Centenario de la Patria, para poder tener focos en sus casas y reemplazar así los faroles de querosén.