La expansión demográfica y económica de la humanidad lleva a una extinción masiva de recursos naturales, mucho mayor que las estimadas en extinciones anteriores a la presencia del hombre sobre la tierra, aseguran los últimos estudios de especialistas, a la vez de encender las luces de alarma para frenar la depredación actual.

Más allá de las predicciones, de por si preocupantes, los hechos indican la desaparición indiscriminada de ecosistemas por la tala de bosques naturales, la degradación de los suelos, la contaminación ambiental, la caza y la pesca excesivas, entre otros desequilibrios. La comunidad científica internacional señala que estas acciones representan una amenaza a la capacidad de la biosfera para sustentar la vida humana a través de diversos servicios naturales y recursos renovables aprovechados por el hombre.

En momentos de crisis ambiental como los que vive el planeta, es imprescindible movilizar a científicos, grupos ambientalistas, ONG y funcionarios del área para que apuesten a la protección de lugares que aún sin ser considerados reservas, requieren que se haga el monitoreo de sitios ya protegidos, en particular en la organización del ecoturismo y a la promoción de actividades productivas sustentables. Ello contribuirá, además, con el desarrollo de las comunidades humanas ligadas a las áreas, de acuerdo a las conclusiones de la reciente reunión en Madrid de especialistas en biodiversidad del planeta.

En efecto, resulta vital la comprensión de la biodiversidad cultural en su relación con los ecosistemas como pieza clave, siempre que no se disocien los recursos naturales de su contexto cultural, histórico y geográfico. En este contexto debe considerarse un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza que indica que la Argentina se encuentra en el noveno lugar dentro de los diez países con mayor riqueza y diversidad natural.

En regiones intertropicales, como la del norte del país, donde está la mayor riqueza biológica, las pérdidas alcanzan al 50%, por lo que no solo se pierden especies sino que se están reduciendo drásticamente las poblaciones de los organismos que aún no llegan a una situación crítica. Un retroceso en los Objetivos del Milenio de desarrollo sostenible fijados por la ONU y su vinculación con la biodiversidad. En definitiva, la propia supervivencia humana.