Cuatro meses sin que los empleados públicos recibieran un solo peso. Protestas (a veces con disturbios) a la orden del día. Renuncia del entonces ministro de Economía, Enrique Conti, y una apurada puesta en funciones de Ricardo Ortíz. Un clima de caos que tenía a la provincia totalmente paralizada. En ese marco desembarcaron en la provincia un 3 de noviembre del 2001 los Lecop -Letras de Cancelación de Obligaciones Provinciales-, una cuasimoneda nacional que a la postre terminó siendo la última que tuvo la Argentina hasta ahora, y que dejó de circular por completo el 31 de diciembre del 2003. En San Juan se pagó con Lecop los sueldos de los estatales desde noviembre del 2001 (retroactivo a junio de ese año) y hasta marzo del 2002, cuando dejaron de girarlos a las provincias. En todo ese período, el gobierno provincial que dirigía Alfredo Avelín pagó un total de 80 millones de pesos en esos bonos. Con esos papeles, la administración aliancista intentó infructuosamente salir del convulsionado problema político económico de esos años, pero ya sin Lecop, los sueldos de los estatales volvieron a ser a cuentagotas y todo terminó con la destitución del gobernador Avelín.
Para los gremialistas y trabajadores fue un "parche’ o apenas una aspirina para una enfermedad que a esa altura era terminal. Algunos meses, los estatales llegaron a cobrar hasta el 70% de su sueldo con esta cuasi moneda y por ejemplo al comercio no le quedó otra que recibirlos. Es más, de ser un bono al principio despreciado se convirtió en el gancho que utilizaron los comerciantes para atraer a los clientes, por la sencilla razón de que prácticamente no existía otro circulante en San Juan en esos años.
Se podían pagar los impuestos provinciales, un porcentaje de las boletas de luz y gas, pero por ejemplo no las tarjetas de crédito nacionales. Ni lerdos ni perezosos, los "vivos’ sacaron tajada de la situación amparándose en la figura de los "arbolitos’, que eran una especie de usureros que los cambiaban por pesos, pero al 90 o 95% de su valor, en el mejor de los casos.
"Los sueldos en San Juan hasta ese momento no se pagaban. Debíamos junio, julio y aguinaldo cuando yo entré como ministro el 28 de agosto y teníamos nada más que 10.000 pesos en caja, porque los préstamos nos comían el 65% de la coparticipación, era un desastre. Del efectivo tomaban las deudas y de los Lecop no, entonces a veces llegaban 8 millones y 6 eran era en Lecop. Al empleado se le pagaba lo que había, a veces se llegó a pagar el 70% en papeles’, recordó el entonces ministro de Economía provincial, Ricardo Ortíz.
En tanto que para los gremios, con la masa de trabajadores hambrientos (en toda su expresión), resultó una medida que sirvió sólo para estirar la agonía en la que estaba sumergida la provincia. "Fue un parche mal puesto, una salida transitoria para un escenario social que era un caos. El problema de fondo era el déficit que tenía la provincia y no fue lo suficientemente bueno para calmar las aguas. Y el problema doméstico con el que nos encontramos fue que no se podían cambiar al 100% y terminábamos perdiendo plata’, comentó José "Pepe" Villa. A la luz de los hechos, el empleado debió resignarse a aceptarlos para poder comer, aunque no dejaron de lado las protestas y a pesar del sombrío panorama no bajaron los brazos. "Uno lo recuerda con mucha tristeza, porque fue un hecho lamentable, no sólo por el Lecop en sí, sino porque la provincia era un caos. En definitiva al trabajador se le pagaba por el 100% de su valor y en los comercios lo recibían a menos. Las cuasi monedas son nefastas, es una burla para el bolsillo’, repasó con nostalgia Alfredo Duarte, titular de ATSA. Uno de los gremios más combativos allá por el 2001 era UDAP, con Ana María López de Herrera a la cabeza. La flamante intendenta de Rivadavia que por entonces manejaba los destinos de los docentes recordó: "Fue triste porque se creó un negocio paralelo de cambio de Lecop en donde el trabajador, para tener plata real, perdía poder adquisitivo’.
