Desgastado por el tiempo, un cartel pintado sobre la pared de la esquina ofrece una referencia de lo que fue esa construcción de imponente fachada, de altas y delgadas aberturas. "Establecimiento Latorre. Venta de vino en damajuanas. Teléfono 4907", dice el anuncio, roído por los años. Allí, hasta 1960 funcionó una bodega y también aserradero, que en pleno apogeo fue destinada a morir por una expropiación: la idea era hacer allí una estación de trenes. Pero pasaron los años y no sólo que no se hizo la estación, sino que la bodega también resistió un desmantelamiento y el intento de hacer un polideportivo, décadas después. Hoy, en un predio limpiado a fuerza de hombres y máquinas, los alumnos de la EPET 4 tienen una cancha de fútbol para hacer gimnasia, pero el esqueleto de la bodega se mantiene vigilante pese a todo.
Según Patricio Videla, profesor de Educación Física de la EPET 4 y uno de los que trabajó para conseguir el lugar y convertirlo en un campo deportivo, el dueño de la bodega hizo todo lo posible para quedarse en el lugar. "Aparentemente no estaba de acuerdo con el precio que le ofrecían en la expropiación. Resistió hasta donde pudo, pero cuando tuvo que irse, se llevó muchas cosas y desmanteló otras, como el techo de la bodega, que tenía vigas de pinotea", contó. La idea gubernamental, agregó Videla, era convertir el lugar en una estación de trenes, siguiendo la línea recta de otras estaciones que se extienden por la avenida España, al Norte.
"Esto nunca se hizo y el terreno se convirtió en fiscal. A mediados del "95, buscando un lugar para hacer gimnasia, lo descubrimos. Y tras unos años de gestión, el Gobierno nos traspasó el predio para ser usado como campo deportivo", expresó el docente. Pero limpiar el lugar fue muy complicado, porque además de lo que quedaba de la bodega, un taller lo usaba como depósito de chatarras, así que durante 5 meses, entre hombres y maquinarias, lograron limpiar y nivelar la cancha, que luego parquizaron. Por entonces, la escuela presentó un proyecto para aprovechar el esqueleto que quedó del lagar y las piletas, pero no prosperó ya que era más barato tirar todo abajo y construir un complejo nuevo.
Del Establecimiento Latorre, además de la esbelta fachada, se destacan las puertas y ventanas de doble hoja. Son de madera de roble, con detalles labrados. Las celosías son de metal y justo en la esquina, la ventana tiene una especie de mini balcón, con una baranda trabajada por la mano de un herrero. Precisamente, el salón que da a la esquina es el único que se conserva en buenas condiciones y por eso lo usan como depósito del departamento de Educación Física. Ya no tiene el cielo raso de tela y madera, por lo que se ve el techo de caña y barro, a la vez que impacta el parquet de delgadas maderas, ahora blanco de tierra. "Mucha gente viene a preguntar si puede llevarse las puertas y hasta ofreció mucha plata, pero no se vende nada", dijo Oscar Castillo, el casero del lugar. También, aún quedan restos de piso de mármol y de granito en la entrada principal y en la larga vereda de la España. Las cisternas, en tanto, se conservan intactas y hasta puede leerse con nitidez los carteles donde aparentemente quedó registrada la última fecha de almacenamiento: el 28 de abril de 1960.
