Hace 25 años cesaban para siempre los pronósticos de este gran sabio y amante de la naturaleza, que en nuestra provincia se escuchaban por distintos medios de comunicación.

Bernardo Rázquin nació el 9 de febrero de 1906, en San José, Guaymallén, Mendoza. Su padre era vasco y su madre andaluza. En 1904 don Bernardo adquirió un caserón enorme en la calle Alberdi, donde actualmente se encuentra la terminal de ómnibus. Allí creció junto a sus 14 hermanos. El progreso de la provincia hizo que tuvieran que mudarse a 2 cuadras de su antiguo hogar en calle Güemes. Es allí donde creció el mito, donde Mendoza le quedó chica y catapultó su fama a todo el país.

Fue meteorólogo autodidacta, arqueólogo por afición, observador profundo y metódico de las cosas sencillas y naturales.
Se casó con Josefina Romano con quien tuvo 4 hijos y 6 nietos. Uno de sus hijos, Orlando Bernardo siguió los pasos de su padre, en 1953 y 1960 lo acompañó en expediciones. En su haber tuvo varias ascensiones al cerro Aconcagua, a cuya cima llegó por primera vez en 1951 en compañía de Guillermo Parra (ex presidente del Club Andinista de Mendoza y jefe de una expedición internacional formada por argentinos, chilenos y bolivianos).

También pisó las cumbres del Tupungato, Tupungatito, Mercedario, Plata y Vallecitos, para citar solamente las más importantes, integrando muchas expediciones militares, varias deportivas y también científicas. Entre estas últimas se destaca el hallazgo de la Momia Inca del Cerro del Toro en San Juan. Esa travesía fue el motor del origen del libro "’La Momia del Cerro el Toro y sus relaciones con otros sitos arqueológicos de la Cordillera de Los Andes”, escrito por Juan Schobinger en 1969. El texto de la publicación ha sido preparado especialmente para servir de orientación a los visitantes del Museo Arqueológico de la UNSJ, en donde se conserva el notable hallazgo precolombino.

El descubrimiento de la momia tuvo lugar el 24 de enero de 1964. Fue algo casual, en el curso de una expedición deportiva del Club andino Mercedario capitaneada por Erico Groch. Según lo señala el libro, Groch al llegar a una pequeña meseta dentro del lado argentino, observó una "’pirca” baja semejante a la del Negro Overo. Buscando infructuosamente astas de ciervo u otros restos topó, con lo que creyó una calavera, y que resultó ser la cabeza de la "’momia”. Esta se hallaba en posición vertical, con las piernas encogidas, rodeada de 8 ó 9 piedras a modo de círculo, a 2,5 m del extremo del rectángulo de piedras primeramente divisado.

Groch organizó una nueva expedición destinada al rescate de la momia (con la participación y financiación de DIARIO DE CUYO), y que contó con la presencia del miembro del Instituto de Arqueología y veterano andinista Bernardo Rázquin.

Dicha momia en la actualidad está en el Museo Arqueológico "’Profesor Mariano Gambier”, y se encuentra a total disposición para ser visitada por cualquier persona que desea conocerla.

Por otra parte Rázquin fue el iniciador de los jardines de la Terminal de Ómnibus de Mendoza y hasta sus últimos días se ocupó de su mantenimiento. Se lo menciona también como el precursor de la ecología en Mendoza, título que lo tiene merecido porque supo vivir en total armonía con la naturaleza. Sólo respetándola como él lo hizo, pudo conocerla, interpretarla y predecir su comportamiento con la mayor exactitud posible.

Aunque nunca logró cursar estudios secundarios, su capacidad de observación le permitió llegar a ser "’un sabio en varias disciplinas”, pero su fama en el común denominador de los mendocinos se debe a sus conocimientos sobre meteorología que comenzó a publicar en diario Los Andes a mediados de la década de 1940 (También lo haría después en DIARIO DE CUYO). Luego sus vaticinios llegaron a Radio Nacional y posteriormente se podían escuchar a las 6.30 por Radio de Cuyo (en San Juan se podían escuchar por LV1 Radio Colón). Se hizo tan popular que su nombre es hasta hoy recordado en otras provincias.

Fue de gran ayuda para los efectivos del Ejército Argentino, el conocimiento que poseía de la zona de alta montaña, les facilitó muchas veces sus tareas de rescate.
Pero don Bernardo también era un astrónomo y arqueólogo aficionado y al parecer fue un precursor de la ecología en la provincia. En este sentido pese a no tener título universitario, llegó a trabajar en el área de arqueología de la Universidad de Cuyo. Además, lo que sabía sobre el universo lo aprendió porque "’ponía el despertador a las 3 de la mañana” para salir a estudiar las constelaciones.

Inspirado por San Francisco de Asís amó y observó en cada momento a la naturaleza; al principio se lo consideró un loco, cuando por ejemplo observaba la conducta de las hormigas y de los gallos y la asociaba a los cambios climáticos. Mucha gente descreyó de sus afirmaciones, pese que ahora en Japón se analiza el actuar de las cucarachas para predecir los movimientos sísmicos.

(*) Profesor de Historia. Miembro de la Junta de Estudios Históricos de la Provincia de San Juan.