Esta semana se reavivó la tensión entre Gran Bretaña y España por la soberanía del Peñón de Gibraltar, ocupado por los ingleses en virtud del Tratado de Utrecht de 1713 y cuestionado por los españoles debido a imprecisiones inaceptables en los tiempos modernos y menos con el basamento de la Unión Europea.

La soberanía del Peñón es una de las mayores disputas territoriales de los ingleses en lo que ellos denominan territorios de ultramar, como el diferendo con Argentina por las islas Malvinas y las posesiones australes usurpadas. Londres sabe que sus dominios coloniales carecen de justificación, pero el Foreign Office utiliza la fórmula tripartita para frenar la negociación por la soberanía. Antepone la opinión de los habitantes del lugar -ciudadanos británicos-, con referéndum rechazados por la jurisprudencia internacional.

El caso español es más complejo que Malvinas por la estrecha vecindad con los gibraltareños con quienes comercian, comparten el turismo y centenares de trabajadores que trasponen diariamente "La verja”, un control aduanero y de inmigración fronteriza operado por Londres y Madrid.

El tema de la soberanía es histórico, pero con un giro político fundamentalmente económico en el último siglo. Esto último ha sido el detonante a partir de la decisión del gobierno de Gibraltar de sembrar bloques de hormigón con ganchos en la bahía de Algeciras, con el propósito de formar un arrecife artificial para impedir la pesca de arrastre que hacen en la zona los buques andaluces. Pero el Tratado de Utrecht sólo le dio el territorio en propiedad a Gran Bretaña, no la jurisdicción y menos el dominio de las aguas circundantes, donde instaló una frontera y una base naval estratégica en el Mediterráneo.

En este conflicto de 300 años existe una serie de intereses políticos diferentes a Malvinas: está de por medio la Unión Europea, que lo sigue de cerca desde Bruselas luego de abrir un proceso para negociar la soberanía, en 1985, y se trata de dos miembros de la OTAN. La diplomacia juega su papel, el primer ministro David Cameron aclaró que el Reino Unido cumplirá sus compromisos con el pueblo de Gibraltar y dijo que las diferencias con España serán resueltas por medios políticos a través de la relación como socios de la UE, no con "medidas desproporcionadas”.

Otra hipocresía de Londres, porque de inmediato el Ministerio de Defensa británico anunció el envío de tres buques de guerra a Gibraltar como parte de operaciones militares "regulares de rutina”, igual que hace con demostraciones de fuerza cuando la cuestión de Malvinas se reactualiza.