El 05 de enero de 1867 al mediodía y en las inmediaciones de las calles Mendoza y 17 actuales, se enfrentan los colorados federales de Mendoza y los incoloros unitarios de San Juan. Había buenas aguadas y pastos en el lugar y su entorno, para subvenir la necesidad de la numerosa tropa encabalgada y en campaña. En los terrenos aledaños ya se cultivaba arroz, garbanzos, lentejas, amén de trigo y las primeras cepas. En el lugar, denominado aún hoy Campo de Batalla, no existen vestigios indicativos del terrible encontronazo bélico.
La canallesca guerra del Paraguay, en plena efervescencia, divide las ideas y posiciones eventuales, creando feroces antagonismos en el interior argentino. El matiz político indefinido al respecto del gobernador Camilo Rojo origina la contienda. Mitre y su entorno político y social exigía que el interior se comprometiera y plegara con vituallas y soldados, aún con levas forzadas (vagos y malentretenidos), para atacar al hermano pueblo paraguayo, que soportó con hidalguía durante cinco feroces años y hasta el exterminio final de Cerro Corá, su derecho a ser libre y soberano, con virtudes y defectos propios. En el humedal de Curupayty deja la vida Dominguito con sólo 21 años, el 22 de septiembre del pasado año, cuando su padre residía en los Estados Unidos como embajador, quien llorándolo luego escribirá su biografía.
Defendieron este lugar unos 1.200 hombres bien pertrechados -reclutas forzados en su mayoría- al mando del coronel riojano Julio Campos con doce batallones, que respondían al gobernador indeciso, al punto que en un principio dudó en unirse al enemigo o enfrentarlo.
Los sublevados contra el poder porteño, llamados los colorados, eran comandados por el gobernador mendocino, coronel Juan de Dios Videla al frente de 2.100 aguerridos hombres de pelea, estimulados en parte por viejos enconos y el derecho al saqueo del vencedor. Lo apoyaba gente armada de Córdoba enviada por el Dr David Luque, de San Luis con Juan Saá y de La Rioja con Ramón Andrada. En tres horas se produce una masacre. Los incontables muertos -más de 600- son poco reclamados, dada su condición de siervos, enganchados de leva y humildes pobladores. Se acrecienta el osario de Rinconada, a seis eneros del martirologio último. Sólo 200 personas huyen en desbande por los arenales, parajes desolados y al norte de San Luis en su mayoría. Exacciones, vejámenes y tropelías fueron el arbitrio denominador impuesto por los vencedores, que llevaron su férreo desgobierno hasta mediados de abril en la capital.
Muchos años le llevaría a San Juan reponerse de esta contienda, y sus consecuencias derivarán a poco en terribles sucesos que enlutarán la historia local con protagonismo e incidencia nacional. El 19 de abril retorna Camilo Rojo apoyado en la fuerza del ejército nacional al mando del general Wenceslao Paunero, retoma el mando y, al igual que Del Carril en 1825, renuncia al día siguiente por "considerarse un estorbo para la organización provincial”, lo que origina más conflictos y desavenencias que entendimientos para lograr un orden político civilizado.
(*) Médico, escritor.
