Estaba llena de polvo, de mineral y grasa. Sólo un 60 por ciento de ella en condiciones, el resto deteriorado como muestra del testigo mudo de la historia que había sido. Tras 110 años de su época de oro la vieja trituradora “Simplex Ore Crusher Braun” volvió a resurgir en manos del restaurador Miguel González, sostén técnico en el Instituto de Investigaciones Mineras de la UNSJ y también encargado de la disfractomia de minerales.
El año pasado y por encargo de los ingenieros Luis Attala y Héctor Cáceres, González recibe la tarea de la restauración de esta trituradora de 1905, traída a San Juan con el fin de prestar funciones en las minas de Castaño Nuevo, en Calingasta.
La trituradora estaba junto a otra de cono flotante del mismo año y origen, cuya denominación era “Braun Simplex C. Rinder”. Ambas máquinas estaban empotradas en un banco de madera y funcionaban a través de un eje comando con poleas y movidas por un motor eléctrico trifásico.
El galpón tecnológico de Química, en la Facultad de Ingeniería, fue la última morada de esta trituradora donada por el ingeniero Eduardo Aguilar, nieto por parte materna del australiano Jhon Andrew Allen, un ingeniero químico y de minas que llegó a San Juan en 1907 para hacerse cargo de la planta de cianuración de “The San Juan Mines Argentina Ltd. Co”, dado que el francés Enrique Sabatie introduce la cianuración en Castaño Nuevo en el año 1905.
La compañía se retiró en el año 1923 y Allen se fue a Brasil en el año 1929. “Es así que las trituradoras quedan en manos de Benito Aguilar, padre de Eduardo, siendo este último el que dona las máquinas a Ingeniería el año pasado. Según lo que pude recabar, Benito Aguilar junto a Jorge Sohar Borcosque, montan la que sería la primer planta de tratamiento de minerales en San Juan, fue en el ’41 y en el terreno en donde hoy funciona la Escuela Boero, allí funcionaron estas máquinas. Después, en el ’48 y tras el terremoto, se trasladan a la calle Falucho”, contó González, quien detalló que en la planta se trabajaron minerales como grafito, bentonita y otros minerales metalíferos. Cuando las trituradoras se dejan de usar, quedan en manos de Eduardo Aguilar, quien hace la donación formal de las máquinas en agosto del año pasado.
El proceso de restauración le llevó a González cuatro meses e incluyó la búsqueda de piezas originales para su reemplazo y la reconstrucción en aquellas que resultaron insustituibles. Fue el caso del cable de la trituradora que era forrado en tela y trenzado o la restauración de las correas que eran de fibra y conocidas como “bodegueras” puesto que también se utilizaban en las maquinarias de la industria del vino. También se efectuó la verificación de estado y puesta a punto de los tornillos, máquinas, motor, llave interruptora y tablero eléctrico.
Para Miguel González la mayor satisfacción fue la experiencia del proceso en sí. Partir desde algo que estaba en desuso y que con dedicación volvió a funcionar, no tiene precio. “Para mí son testigos de la historia y vaya uno a saber los secretos que guardan. La gente que habrá pasado por estas máquinas, las experiencias vividas, todo en su conjunto hace que hoy hagamos de ellas una puesta en valor y eso para uno es muy satisfactorio”, concluyó González.
Las maquinarias pueden apreciarse en el área museo del Instituto de Investigaciones Mineras de la UNSJ, en el primer piso de esta dependencia. Allí también se encuentran las antiguas maquetas de explotación minera realizadas por el plástico Julián Tornambé, tema publicado en este medio en ediciones pasadas.
