Desde el insigne espacio por donde discurre la escritura, quien plasma en signos la palabra, no puede resignar la búsqueda incesante sobre el firmamento de las cosas para asirse a los modos factibles del "cómo” enfrentarse a sí mismo desde el acecho de la altivez, de la altanería, de la arrogancia, del imperio, incluso, el acecho de la propia jactancia. El pensamiento, actor incansable que nunca duerme, desteje sus puntos cuando diagrama la frase, y por tantas veces que tañe no siempre logra evadir el peor de los pecados como es la soberbia, acosador constante de la criatura humana. A modo de desafío cuando se toma la posta, en las antípodas de esa posición quien pretende abrir caminos con la antorcha fulgurante, aprehende la enseñanza cuando descubre que "la humildad es emblema necesario de la sabiduría”.

El ritmo que enuncia la era de un mundo sorprendente, ha logrado en la máxima expresión de su evolución siglo XXI-, acumular el conocimiento de todos los períodos de la vida del hombre en el planeta. El conocimiento ya no está receptado ni escondido, tampoco está disperso. Salió del tabernáculo oculto, reinador, para erigirse en estamento posible y asequible, factible de ser alcanzado por el paso de cada hombre. Conocimiento que sin mengua se ofrece copioso, exuberante y profuso, disponible integralmente esto es lo importante-, al transeúnte contemporáneo con tan solo pulsar un botón. En esta prerrogativa con pruebas al canto no debemos desaprovechar el beneficio que mejorará toda exposición del intelecto para que se haga costumbre elevarnos en ella con la pretensión natural de aspirar a la perfección humana.

Ante tamaña evidencia y riqueza cognoscitiva desaparece la excusa y la especulación ruinosa, donde hipótesis y tesis acortarán el camino hacia la conclusión irrefutable cuando edifique en surcos la verdad que deslumbra, irrevocable en la expresión que funda credibilidad, transparencia que no será de fácil negocio al mejor postor. Inscribir al hombre contemporáneo en un presente con su historia cual si fuese una memoria activa en su cerebro es deber ineludible de la fascinante era que hincó sus bríos en el nuevo milenio, porque distinguir el habitante en su pertenencia al globo terráqueo, es valorarle entrañablemente desde otra dimensión. Ya no se justifica la ignorancia de este conocimiento que se activa con un botón, al que todos podemos echar mano porque no es patrimonio exclusivo de nadie en particular, ni de sectores, ni de grupos, ni de religiones, ni de políticos, ni de centros de poder, ni de caciques, ni de gobiernos, ni de reinos, ni de emperadores. La noción de esta luminaria que se ofrece sin moneda de cambio, dependerá de la vocación del nuevo hombre para cultivar con criterio constructivo lo que sale de su boca. De nada servirá tanta ilustración si el hombre no se sirve de ella para la reflexión, para transformar su diálogo, para superar el conflicto, para enriquecer el debate, para integrar los intereses al consenso, para encaminar la ruta inmanente de la paz.

Vivir en el presente de la historia significa hacerlo tangible al pasado en el reservorio de la sapiencia humana como puente venturoso al devenir pero sin extravíos de la añeja forma que apolilla el ropaje y las ideas. Por este concepto podrá el hombre fundar con creces sus ideas, en el respaldo que otorgue certeza a la manifestación del intelecto, dinamizado por la consulta y la respuesta inmediata de las nuevas bibliotecas digitales que han logrado transformar el cerebro del pasado insondable, abismal, en cerebro presente esplendoroso, cuya fácil admisión de sus datos cimentan una nueva realidad para alumbrar la elaboración del pensamiento, con mayor abundamiento de elementos útiles al razonamiento porque fueron elementos de la vida, precisamente, porque el tiempo transcurrido fue construido de la mano de la vida de quienes nos precedieron. Visto así, integralmente, separamos de cuajo la parcial visión de antaño en ese conocimiento se quedó sin fronteras, porque en su panorámica visión de este milenio pasó a ser, sin retaceos, patrimonio de la humanidad. "Un debate esclarecido nos espera, si la luz de la mente nos acompaña". Así de simple.

"DE NADA servirá tanta ilustración si el hombre no se sirve de ella para la reflexión, para transformar su diálogo, para superar el conflicto, para enriquecer el debate, para encaminar la ruta inmanente de la paz.”