Aquel frenético ritmo de la década del ’90 cuando fue parte del ascenso de San Martín en 1995 a la B Nacional quedó atrás. A los 46 años, Gustavo Alberto Celani admite que la vida misma le puso todo en orden y en otro ritmo. La perspectiva es diferente y si bien sigue vinculado al fútbol como entrenador del equipo de los Médicos en la Liga de Profesionales, el ex volante tiene otra visión de lo que vivió, como jugador y como técnico.

-¿Por qué te alejaste de la dirección técnica profesional tras esa experiencia con Del Bono?

-Siempre tuve códigos y respeto la palabra brindada. Respeto y me gusta que me respeten y cuando vi algunas cosas que no iban con mi forma de pensar, de trabajar y de planificar, presenté mi renuncia a Del Bono y me dije a mi mismo que dirigir profesionalmente era cosa terminada. Pasa que lamentablemente iba a ser siempre más de lo mismo. No me fui mal con nadie y tengo excelente relación con el ambiente del fútbol pero dirigir en ese nivel, para nada.

-¿Qué quedó de aquel Celani incansable que no paraba jamás en la cancha y en la vida?

-Creo que la vida sabe poner todo en orden: es muy sabia. Aquel loco que corría a todos, que no paraba jamás para nada, quedó allá lejos con el mismo paso del tiempo y los años. Yo viví todo muy rápido, muy intenso. Tengo mis hijos (mellizos) ya ahora con 21 años y me tocó una faceta distinta que es la de separarme de un matrimonio de más de 20 años. Eso me sacudió y me hizo replantearme muchas cosas, pero maduré. Creo que esa es la palabra que sintetiza este instante en mi vida. Tengo una gran relación con mi exesposa y disfruto cada día más de ser papá de los mellizos pese a que ya tienen 21 años. Creo que con el fútbol y cómo me manejé en la vida, pude sembrar amistades que hoy son las que me reconfortan. Estoy bien, sereno.

-¿Y cómo es la experiencia de dirigir al equipo de los Médicos?
-Llevo ya dos años y medio y dirijo las dos categorías que presentan en la Liga Profesional: Seniors y Juniors. Es singular porque son muchos amigos pero desde el primer día en que me ofrecieron conducirlos como equipo, quedaron marcados los límites. Hay una anécdota con Santiago Prieto al que dirijo hoy, del que soy amigo desde los 14 años pero con el que en el primer entrenamiento que tuvimos, me insultó porque no cobré una jugada. Paré la práctica y les aclaré a todos que los códigos se respetan por más amistad que haya en el medio. Se quedaron todos callados y después, un grupo de los mismos Médicos en el final del entrenamiento me vino a felicitar por lo que hice. Eso me confirmó que era la mejor elección dirigirlos porque son muy buena gente. El fútbol es mi pasión pero vi tantas cosas que me desilusionaron, que prefiero estar donde estoy actualmente.