"Noventa buques mercantes, veinte de guerra, vienen topando arriba las aguas nuestras. Veinte de guerra vienen con sus banderas. La pucha con los ingleses, quien los pudiera. Que los peló a los gringos, una gran siete, navegar tantos mares, qué digo venirse al cuete (…) A ver, che Pascual Echagüe, gobernadores, que no pasen los franceses Paraná al norte. Angostura del Quebracho, de aquí no pasan. Pascual Echagüe los mide, Mansilla los mata…".

Así cantaba el recordado Alfredo Zitarrosa una canción con aire de triunfo llamada "La Vuelta de Obligado", en el cual evoca esta épica batalla ocurrida el 20 de noviembre de 1845, cuando era gobernador de Buenos Aires don Juan Manuel de Rosas. En esos años la situación política internacional era conflictiva, y más aún en el Rió de la Plata. Los países más poderosos del mundo nuevamente emprendieron aventuras colonialistas mancillando la soberanía de los nuevos estados.

A mediados de noviembre de ese año poco menos que cien buques mercantes ingresaron al río Paraná, escoltados por una pertrechada flota anglo-francesa, con el objetivo de lograr ventajas comerciales en la zona del litoral y el Paraguay, y obtener el libre tránsito por los ríos interiores de la cuenca. Rosas inmediatamente preparó la defensa, confiándosela a su propio cuñado, el general Lucio Mansilla. El principal escenario bélico se pintó de un conjunto de corajudos soldados y gauchos, quienes se ubicaron en las dos márgenes del río esperando al enemigo. En este ejército actuaron personajes inolvidables, desconocidos por la historia grande. Ahí esta Pascual Echagüe, quien tenía como misión, "medir" a las tropas, es decir vigilarlos y contabilizarlos; también participó el "gaucho Rivero", aquel criollo que peleó en nuestras islas Malvinas.

Fue en las barrancas de Obligado donde se instalaron baterías artilladas y se hizo tender, atravesando el río, unas gruesas cadenas sostenidas por barcazas para detener el paso de las embarcaciones. El combate se inició en la mañana durando varias horas. Cuenta Manuel Gálvez que "este episodio constituye uno de los más bellos y heroicos hechos de nuestra historia". La superioridad del enemigo era manifiesta, lo que ocasionó numerosas bajas en nuestras tropas, pero aún así continuó la lucha, hasta agotar las municiones. Las escuadras extranjeras lograron avanzar, arribando a puertos correntinos y paraguayos. No obstante la resistencia militar a ellas fue tremenda, agregándose la hostilidad de las poblaciones costeras. Finalmente los usurpadores desistieron de su empresa, triunfando ampliamente la política exterior de la Confederación Argentina, aplaudida por los hombres como el general José de San Martín. Por este heroico suceso, el día 20 de noviembre se instituyó el "Día de la Soberanía Nacional".