Argentina es prácticamente el único país en el mundo que tienes dos fiestas para conmemorar la Independencia. Es que, entre la constitución de la Primera Junta de Gobierno, el 25 de mayo de 1810, y la declaración de la Independencia, el 9 de julio de 1816, hubo avances y retrocesos en torno a la libertad. Esto, motivado por las posiciones encontradas entre los líderes políticos del momento, ya que no todos estaban convencidos de que la Independencia era el único camino posible. Y también por las dudas en torno al desarrollo comercial y los intereses económicos.
En Chile, la Independencia se declaró en septiembre de 1810, tan sólo cuatro meses después de las jornadas del mes mayo en el Río de la Plata. Paraguay lo hizo en 1811, y Venezuela en el mismo año. ¿Por qué entonces nosotros tardamos tanto? Es un problema que ha producido pocas respuestas por parte de los historiadores, aunque un intento de explicación podría encontrarse en causas internas.
Nuestro proceso independentista es muy curioso, ya que el 25 de Mayo de 1810, a pesar de un fuerte apoyo popular, nos limitamos a constituir una Junta de Gobierno, que iba a gobernar a nombre del Rey de España, en esos momentos preso por los ejércitos franceses. Obviamente patriotas como Moreno, Belgrano, Castelli y otros muchos más querían avanzar hasta una ruptura total, pero no pudieron.
De todas maneras se tomaron medidas extremas, como mandar a fusilar a aquellos que no estaban dispuestos a obedecer las órdenes emanadas de la propia Junta. Y como las que adoptó la Asamblea del Año XIII que, aboliendo los títulos de nobleza, los instrumentos de tortura y dando la libertad a los hijos de esclavos nacidos a partir de ese momento, estaba modelando un nuevo tipo de sociedad que no tenía nada que ver con la existente en España, de la cual todavía formalmente dependíamos porque de independencia, nada. También hubo decisiones que implicaban un paso atrás, como prohibirle a Manuel Belgrano que enarbolase en las batallas y edificios públicos la bandera que creó en 1812, y que hoy nos representa.
Las políticas tan contradictorias demuestran la existencia de intereses, sobre todo económicos, que no estaban políticamente resueltos. Uno de ellos era las cuantiosas riquezas que producía la aduana del puerto de Buenos Aires. Pues todo lo que por allí se embarcaba o desembarcaba se debía pagar un impuesto y estos ingresos eran prácticamente los únicos con los que podía contar el naciente Estado. Cómo distribuir estas riquezas era algo que para nada estaba resuelto.
Sin embargo algo sí estaba claro y es que un par de años después de los sucesos de mayo de 1810, pocos querían volver a depender de España. Aunque había quienes sí optaban por depender de otras naciones. Al respecto Carlos María de Alvear, el Director Supremo para principios de 1815, tiene las cosas claras. Tal como lo expresa en una carta personal que hace llegar al Primer Ministro de Inglaterra.
Escribe Alvear que: ‘Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni estado de gobernarse por si mismo, y que necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite en los horrores de la anarquía. Pero también ha hecho conocer el tiempo la imposibilidad de que vuelva a la antigua dominación, porque el odio a los españoles, que ha excitado su orgullo y opresión desde el tiempo de la conquista, ha subido de punto con los sucesos y desengaños de su fiereza durante la revolución. Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonarán sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés‘. Esta carta deja claro que Alvear quería que la tierra que él administraba con la suma del poder, pasara a ser una colonia inglesa.
Sin embargo la solicitud carece de posibilidades de llevarse a la práctica. Y no por falta de interés por parte de los ingleses, sino porque diplomáticamente no pueden hacerlo. Es que para principios de 1815, Inglaterra tiene en España un aliado incondicional. Por eso, le es imposible quedarse con las colonias de su aliado. Conocen además al detalle la situación en toda la América del Sur y saben que fuerzas militares hispánicas han aplastado la independencia chilena y que inmediatamente San Martín ha comenzado a construir un poderoso ejército que está dispuesto a cruzar la cordillera para restaurar la libertad en Chile.
Por esos motivos, Inglaterra ni siquiera se tomará el trabajo de responderle a Alvear y considerará que la independencia de estas tierras es algo que no tiene vuelta atrás. Por ello, pragmáticamente, Inglaterra apoyará a los patriotas, claro que lo hará discretamente, para no provocar escándalos con el aliado español. Además, sacará enorme provecho de estos apoyos, porque asegurada la independencia, Inglaterra se transformará en el más importante cliente comercial de los nuevos países.
Conocida la postura de los ingleses, de apoyar en Europa los intereses de España y en América a los intereses independentistas, los días de Alvear como Director Supremo quedaron contados. En abril de 1815 fue depuesto de su cargo y asumió el puesto Ignacio Álvarez Thomas. En esas condiciones, ya nadie quedaba con poder suficiente para impedir que se lograra la Independencia.
Entonces, se convocó a un congreso que se reunía en Tucumán para debatir el tema. En marzo de 1816 comenzaron las sesiones y el 9 de julio se proclamó formalmente la Independencia. Y San Martín pudo marchar a Chile a nombre de un país soberano.
Por su parte, Inglaterra se benefició con la situación de libre comercio instaurada por los criollos. Sus mercaderías eran de tan buena calidad y a tan bajo costo que por décadas nadie pudo competir con ellos. ¿Y los impuestos que cobraba la aduana? Bueno, eso fue motivo de conflictos que se resolvieron más de 60 años después. Pero los resolvimos nosotros y no las leyes inglesas como quería Alvear. Como seguramente seguiremos resolviendo todos los problemas, porque para eso somos independientes.
