Pasaron 20 años, pero la postal es la misma. Desde que se terminó de construir en 1991, el centro comercial del barrio, se convirtió en un lugar donde el hacinamiento es el principal protagonista. Nunca llegó a funcionar como comercio y desde entonces está usurpado por familias que no tenían casa ni posibilidades para pagar un alquiler. Dos décadas después, siguen viviendo hasta en los baños de este edificio, y en malas condiciones. Las familias crecieron, pero no el espacio que ocuparon ilegalmente para vivir. De todos modos, no se quejan porque nunca las corrieron del lugar.
Alejandra dijo que no le gusta que llegue la noche, sobre todo durante el invierno. Todos los días, al caer el sol, repite la misma rutina: sacar la mesa, las sillas, los changuitos de los niños y hasta sus juguetes, para ganar espacio. En el salón donde vive no hay lugar ni siquiera para que la mitad de las personas que lo habitan duerman ‘como Dios manda‘. En el lugar sólo entran dos camas en las que duermen los seis niños de la familia. Los seis adultos duermen en el suelo. ‘Cuando nos metimos a vivir en este salón éramos una familia integrada por mi mamá y mis tres hermanos. Ahora somos tres familias porque una de mis hermanas y yo formamos pareja y tuvimos hijos. Pero ninguna, aunque quisimos, nos pudimos ir de este lugar porque sólo trabajamos en changas y la plata sólo nos alcanza para comer‘, contó Alejandra mientras alzaba los colchones para poder meter la mesa y sentarse a desayunar.
‘Nosotros no podemos ni desayunar juntos‘, sostuvo María que vive junto a sus 6 hijos y a su nieto recién nacido en uno de los baños para hombres del centro comercial. Dijo que ya perdió la cuenta del tiempo que lleva viviendo en ese lugar, y que todas las noches reza para que se termine ese ‘calvario‘. Y para que ninguna cucaracha o rata entre al baño donde vive. ‘Tenemos todo tan amontonado que si entran estos bichos es imposible encontrarlos y sacarlos‘, sostuvo.
Patricia dijo que la falta de espacio no la preocupa, tanto como que alguno de sus dos hijos se enferme. Contó que el único pozo negro que hay en el centro comercial colapsó, y tienen que convivir con los líquidos cloacales dentro del salón. Problema al que se suma la discriminación. ‘Los vecinos del barrio nos consideran delincuentes, pero no lo somos. Si hasta le pedimos a Energía San Juan que nos pusiera un medidor para pagar la luz. No lo hicieron, y tuvimos que engancharnos‘, dijo la mujer.
Pese a que estas familias, durante 20 años, ocuparon ilegalmente el centro comercial, nunca fueron desalojadas. Contaron que el IPV (propietario de este lugar) sólo les mandó un par de avisos de desalojo, pero que el mismo nunca ocurrió. El intendente de Rivadavia, Elías Alvarez, sólo dijo que el Gobierno de la provincia prometió solucionar el tema de vivienda para esta gente ‘antes de fin de año‘. Mientras tanto, estas familias continúan viviendo en lo que alguna vez fue pensado para instalar locales comerciales.
