Pertenecían a diferentes clases sociales y no todas se dedicaron a donar sus joyas. Algunas hasta ayudaban con las tareas de armado de las tropas y se hacían cargo de sus hogares después de que sus maridos se alistaran en el ejército. Con el tiempo se las llamó Patricias Sanjuaninas y cumplieron un rol importante entre 1814 y 1829. Una situación similar se vivió en Mendoza y en San Luis.

Gracias a las mujeres más humildes, la economía de la provincia no se quebró. Ellas siguieron trabajando en sus hogares y en el campo. Las más pudientes se dedicaron a hacer colectas y donar sus joyas para que San Martín pudiera armar el ejército y comprara municiones y armamento.

Según narró César Guerrero, “depositaban monedas mes a mes, hacían donaciones y recorrían los cuarteles. Entonces, todo fue bueno para ayudar a la causa de la Independencia. Además de joyas, las mujeres aportaron animales y alimentos y hasta confeccionaron los uniformes y banderas”.

A estas mujeres no siempre se las llamó Patricias Sanjuaninas. Es alrededor de 1930 cuando se les da esta denominación. En 1943, Guerrero escribió un libro para homenajearlas. Patricias es un término que se usaba en la época de la república romana, para designar a las familias de abolengo.