Cuando los presidentes de Brasil, México y Argentina asistieron a la cumbre del G-20 de las mayores economías del mundo la semana pasada en Corea del Sur, tendrían que haberse dado una vuelta por el país anfitrión. Podrían haberse enterado de por qué Corea del Sur ha crecido más que sus propios países.

Hace apenas cinco décadas, Corea del Sur tenía un ingreso per cápita de 900 anuales, muchísimo menos que los 5000 per cápita que tenía Argentina, los 2000 de México y los 1200 de Brasil. Hoy, Corea del Sur tiene un ingreso per cápita de 28.000 anuales, más del doble de los 13.400 de Argentina, los 13.200 de México o los 10.100 anuales de Brasil.

¿Qué hizo Corea del Sur que no hicieron las naciones latinoamericanas? Existen varias explicaciones, incluyendo el hecho de que no cambió constantemente sus políticas económicas, sostuvo una estrategia de desarrollo basada en las exportaciones, y ha practicado una especie de capitalismo dirigido, que según algunos economistas ayudó a crecer a sus gigantescas multinacionales, tales como Hyundai Motors, Daewoo o Samsung. Pero prácticamente todos coinciden en que una de las razones principales del crecimiento surcoreano ha sido su obsesión nacional por la educación.

Corea del Sur despegó en la década de 1960, cuando Estados Unidos y Europa redujeron drásticamente su ayuda externa al país, y la economía se desplomó. Entonces decidió que necesitaba exportar más, y que para ello contar con una fuerza laboral calificada. Así, los surcoreanos invirtieron cuantiosamente en educación, ciencia, tecnología e innovación. Su secreto no fue un mayor gasto: el gobierno de Corea del Sur invierte menos en educación que México, Brasil, Argentina respecto de sus PBI. Pero en vez de gastar ese dinero en enormes burocracias educativas que con frecuencia tienen más puestos administrativos que docentes, creó una meritocracia educativa con estándares de excelencia ultrarigurosos.

Por ejemplo, el año escolar coreano tiene 220 días. En comparación, los ciclos en México y Brasil son de 200 días y en Argentina 180 días, pero en realidad el año escolar es de 140 días por huelgas y feriados imprevistos. Además, en Corea la jornada es mucho más largo que en latinoamérica. Los jóvenes y niños surcoreanos suelen estudiar 12 a 14 horas diarias y un gran número de chicos asiste a institutos privados de noche, después de clases, para poder mejorar sus calificaciones.

Chung in-Moon, profesor de la Universidad Yonsei y ex diplomático surcoreano, me dijo que en su país "los padres no piensan dos veces si deben o no gastar su dinero en la educación de sus hijos. La gente vende sus vacas, sus casas, lo que tengan, para mandar a sus hijos a la universidad.” No sorprende, entonces, que Corea del Sur tenga las mejores calificaciones en las pruebas internacionales de matemática y ciencias, y sea uno de los países que más inventos produce. En 2009 registró 9600 patentes, mientras Brasil registró apenas 150 patentes, México 80 y Argentina 50, según la Oficina de Patentes y Marcas de EEUU.

Mi opinión: Es cierto que hay aspectos negativos de la obsesión surcoreana con la educación, incluyendo índices altos de suicidios de adolescentes. Pero el impresionante ascenso del ingreso per cápita en Corea del Sur, un país que estaba muy atrás de las principales naciones latinoamericanas, sugiere que los surcoreanos están haciendo algunas cosas bien, que se podrían adaptar en Latinoamérica.

"LA CLASE media surcoreana gasta el 30% de sus ingresos en educación particular para sus hijos. La inversión familiar en educación es igual o más importante que la gubernamental.”