La mortalidad por enfermedad coronaria retrocedió en Argentina en las últimas décadas en un 40%, con la incorporación de hábitos saludables, reveló un informe del Hospital Universitario Austral (HUA). No obstante, el estudio médico alertó que hay sectores de la sociedad donde no llega el mensaje de las campañas de concientización sanitaria y persisten factores de riesgo cardiovascular como la mala alimentación y el tabaquismo.

Martín O’Flaherty, médico del HUA e investigador en Epidemiología cardiovascular en la División de Salud Pública de la Universidad de Liverpool en Inglaterra, indicó que "el descenso de la mortalidad se produjo una década antes de la amplia difusión de los tratamientos efectivos de las enfermedades cardiovasculares". Además precisó que "dos tercios de la caída en la mortalidad se atribuyen a cambios en la dieta y en el estilo de vida y un tercio a los tratamientos médicos y quirúrgicos". "Más interesante es que procedimientos que parecen muy efectivos y costosos han contribuido muy poco a la caída en la mortalidad por enfermedad coronaria", sostuvo el médico. En ese sentido, puso como ejemplo "la cirugía coronaria y la angioplastía, que sólo contribuye un 4% a la baja de las muertes" por problemas cardiovasculares".

Pero opinó que "la tendencia mundial al descenso de la mortalidad cardíaca se desacelera en los sectores de bajos ingresos de la sociedad".

Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) coinciden en que se redujo en las últimas décadas, en Argentina un 40% la mortalidad por enfermedad coronaria. En tanto, que en Finlandia bajó en un 70% y en Italia, Inglaterra y Francia disminuyeron entre un 30 y un 50%.

O’Flaherty publicó en el British Medical Journal un trabajo sobre la relación entre la enfermedad coronaria en adultos jóvenes en Escocia y las desigualdades sociales.

El especialista analizó datos poblacionales del período entre 1986 y 2006 de personas de 35 años o más, con el objetivo de comprobar si la mayoría de los factores de riesgo cardiovascular se asociaban con un nivel socioeconómico bajo. El trabajo demostró que la tendencia de la mortalidad cardíaca a disminuir se estanca en los sectores desfavorecidos, debido en gran parte a la prevalencia del tabaquismo, la diabetes y la mala alimentación, sumados a bajos niveles de educación. "En general, aquellas personas más pobres y menos educadas tienden a tener hábitos menos saludables", sostuvo O`Flaherty. Además, opinó que "la gente con dificultades económicas maximiza el valor calórico de lo que compra, elige comidas ricas en grasas y calorías y no tiene los recursos educativos y personales como para, por ejemplo, dejar de fumar". Insistió que "existen barreras que frenan los cambios", por eso sostuvo que "si bien el cambio individual es importante, las políticas sanitarias deben ayudar y concientizar a la adopción de hábitos de vida saludables".