"Ganaremos por nocaut" a EEUU, decía en 2004 el entonces presidente argentino en momentos previos a una reunión que iba a tener con el entonces mandatario norteamericano, George W. Bush. Eran épocas en que EEUU criticaba al kirchnerismo por considerar que tenía tendencia izquierdista.

Con ese mismo tono desafiante pedía a principios de mes que el Fondo Monetario Internacional (FMI) "no nos dé más lecciones" sobre el rumbo de la economía que debe seguir el Gobierno argentino. "Tengo la tranquilidad de que cuando fui presidente nunca le pedimos un peso al Fondo, rompimos con esas ataduras y recuperamos la capacidad de decisión de la Argentina", enfatizó al evocar las épocas en las que reiteraba sus gestos de resistencia ante el organismo internacional.

Desde que asumió como presidente argentino en mayo de 2003 se pronunció en varias oportunidades interesado en promover una distribución igualitaria de la riqueza para que también se beneficien los más pobres. También fueron frecuentes sus críticas declaraciones contra la Corte Suprema, que terminó con menos integrantes durante su mandato presidencial.

"No nos interesa conformar una Corte adicta y no nos sirven las viejas prácticas (de la era menemista) porque la Corte Suprema necesita ganarse la confianza de la sociedad para dar solidez a sus decisiones", dijo Kirchner. No menos confrontativo fue su discurso contra autoridades de la Iglesia católica, cuando dijo estar "dispuesto a poner una mejilla, otra mejilla, el corazón, la espalda siempre en la defensa de los intereses del país".

Sus frecuentes menciones sobre sus logros económicos y su impulso a la actividad industrial fueron herramientas que usó a su favor mientras intentaba imponer en la sociedad la dualidad "Kirchrner o el caos". "Espero irme (de la Casa Rosada) diciendo que hemos salido del abismo", sugería el entonces presidente antes de concluir su gestión.

Antes de dejar su mandato, en el que aceptó pocas normas de protocolo, expresó una frase que lo pintó en cuerpo y alma: "Durante muchos años este país vivió de la formalidad, de la superficialidad, muy preocupado por los protocolos y por los niveles de determinada educación. Así nos fue".

Ya en su rol de titular del Partido Justicialista, Néstor Kirchner, emitía en 2009 una frase que formalizaría ante los oídos de los argentinos uno de sus más grandes enfrentamientos. El "¿qué te pasa, Clarín, estás nervioso?" constituyó el símbolo más contundente de sus encendidos discursos contra el diario más influyente del país desde el regreso de la democracia.

Para Kirchner, tanto el Grupo Clarín como el vicepresidente Julio Cobos piensan que "tienen que conspirar o derrocar al gobierno".

Esa idea de una "conspiración permanente" contra el Gobierno cobró mayores dimensión con el decisivo voto de Cobos en el Senado a favor de los trabajadores rurales enfrentados contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Desde aquel entonces, la oposición fue ganando terreno en el Congreso, a tal punto que el kirchnerismo fue derrotado en las elecciones legislativas del año pasado. Tras aquellos resultados, Kirchner empezó a repetir que la oposición legislativa era una "máquina de impedir".

Pero entre sus últimos discursos no sólo atacó a sus contendientes sino que fue un paso más allá y puso como blanco al gobernador bonaerense Daniel Scioli, le pidió en público "que diga quién le ata las manos para resolver el problema de la inseguridad. Hay que dar nombres y hablar con claridad". Además le pidió que "no tenga miedo" al mandatario que muchos señalan como uno de los posibles sucesores de Cristina Fernández de Kirchner.