El mundo democrático, ¿debería dejar de votar por algunos años? Así lo pedía con sarcasmo una inteligente nota firmada en Clarín por Alejandro Borensztein. El argumento se funda en las recientes experiencias en Europa y América que han mostrado resultados sorprendentes que parecen ir hasta en contra de las propias conveniencias. El brexit del Reino Unido, voto en que los británicos decidieron salir de la Unión Europea creando incertidumbre sobre el futuro de uno de los mercados más grandes del mundo y poniendo en duda que la unión es mejor que la pelea. La increíble votación, también plebiscito, en Colombia, donde el pueblo se expresó en contra de hacer la paz con la guerrilla que dividió al país durante más de 50 años creando caos, terrorismo, secuestros y muertes.

 

También la anarquía en que parecía sumirse España, donde la primera minoría encabezada por Mariano Rajoy no conseguía armar gobierno y finalmente Suiza, con elecciones legislativas ganadas por la ultraderecha casi fascista a lo cual puede agregarse que el año que viene se espera un triunfo similar de Marine Le Pen en Francia. ¿Qué está pasando? No debe considerarse un peligro que gane la derecha porque para eso se presenta en elecciones pero sí el discurso que exacerba los sentimientos nacionalistas y la xenofobia a extremos que creímos terminados luego de la Segunda Guerra Mundial y la desaparición de personajes como Hitler, Mussolini, Franco y Stalin. 

En esa línea, nos asombra la victoria de que Donald Trump, cuya campaña se basó explícitamente en esos disvalores. Pero, en la búsqueda de respuestas, corremos el riesgo de quedarnos en la teoría analizando desde la distancia y desde nuestra realidad hechos que no percibimos con la cercanía de la piel y los sentimientos cotidianos. Para tomar algo de contacto con uno de esos teatros, vamos a compartir con nuestros lectores la carta desesperada de una médica de Munich, Alemania, que describe de modo estricto, descarnado y con ejemplos, lo que pasa por toda Europa.  

Brigitta Schwab clama a las autoridades con estas palabras. "Muchos musulmanes se niegan al tratamiento por personal femenino y nosotras, las mujeres del ámbito sanitario, nos negamos a atender a estas personas que parecen irracionales en su proceder, sobre todo los del África. Las relaciones entre el personal y los migrantes van de mal en peor. Los migrantes que van a los hospitales deben estar acompañados por unidades de fuerzas especiales provistas de perros.

 

Muchos tienen Sida, sífilis, tuberculosis abierta, lepra y muchas enfermedades exóticas que nosotros, en Europa, no sabemos cómo tratarlas puesto que no tenemos personal preparado y especializado. Si reciben una receta, en la farmacia se enteran de que tienen que pagar un tanto en efectivo y esto conduce a arrebatos increíbles, sobre todo cuando se trata de medicamentos para los niños. Ellos abandonan a los niños, dejándoles con el personal de la farmacia con las palabras: ¡cúrenlos aquí ustedes mismos!  

 

Así que la policía no sólo protege las clínicas y hospitales, sino también a las grandes farmacias. Gritan: ¿Dónde están los que nos habían recibido en frente de las cámaras de TV, con las señales de bienvenida en las estaciones del tren…? Por ahora la frontera provisionalmente se ha cerrado, pero un millón ya está aquí y no va a ser posible deshacerse de ellos. Hasta ahora, el número de desempleados en Alemania fue de 2,4 millones, ahora, en menos de seis meses de avalancha será de al menos 3,29 millones. La mayoría de estas personas estarán desempleadas y sin visos de arreglo haciendo largas colas en los Centros de Asistencia Social.  

Muchos duermen a la intemperie o en polideportivos, donde se dan escenas penosas y dramáticas. Las mujeres por lo general no funcionan en absoluto, no saben estar o comportarse como tales y no tienen mediadores o traductores que les hagan entender las normas de una mínima disciplina urbana occidental. Sólo una muy pequeña parte de ellas tiene algún tipo de educación y conocimientos de higiene. ¡Y lo que es peor, estimo, es que una de cada siete está embarazada! Cientos de miles de ellos han traído a lactantes y niños pequeños menores de seis años, muchos demacrados y descuidados, sin posibilidad de ofrecerles a medio plazo una atención adecuada.  

Si esto continúa así y Alemania vuelve a abrir sus fronteras, los vecinos y moradores de este estado federal de Baviera amenazamos con una revuelta contra la gran canciller Merkel y los planes de la Comunidad Europea. Ni que decir tiene que la xenofobia inducida por esta situación se ha multiplicado por diez tristemente. Estoy en Alemania, no en África ni en el Medio Oriente. ¡Yo, ni nadie merecemos esto! Me temo que pronto será lo mismo en las repúblicas vecinas. Si los alemanes, con nuestra naturaleza no podemos manejar esto, en República Checa, Eslovaquia o en Austria será un caos total a no mucho tardar. Nadie que no haya estado en contacto con ellos tiene idea de qué tipo de personas son, sobre todo los de África, y cómo los musulmanes con una arrogancia inaudita y reacciones imprevisibles, actúan como superiores, intentando imponerse a nuestro personal, en cuanto a su adaptación religiosa. Por ahora, el personal y plantilla del gran hospital estatal de Munich no se ha contagiado con las enfermedades que trajeron aquí, pero con tantos pacientes cada día es sólo una cuestión de tiempo: ¡no hay quién resista esta situación agotadora y de gran riesgo!  

En un hospital cerca del Rhin, los migrantes atacaron al personal con cuchillos después de que muriera un niño de 8 meses al que habían arrastrado a través de la mitad de Europa durante tres meses. El médico tuvo que pasar por el quirófano y dos enfermeras se restablecen después del ataque, sin embargo ¡nadie ha sido detenido o castigado! ¿Qué le hubiera pasado a un alemán si hubiera atacado a un médico y las enfermeras con un cuchillo? ¿O si les hubiera lanzado su propia orina infectada con sífilis a unas enfermeras para amenazarlas con la infección? Y, entonces, pregunto, ¿dónde están esos saludadores y receptores del (Welcome Refugees) de los trenes en las estaciones? ¿Se han llevado a algunos de ellos para atenderlos en sus casas o instituciones? 

Si fuera por mí me gustaría reunir a todos estos recibidores de ONG’s y traerlos aquí. Primero a nuestros hospitales de urgencias, como asistentes, a continuación, en un edificio con los migrantes para que puedan cuidar de ellos…". La carta sigue, advirtiendo que este problema podría atravesar el Atlántico y ese miedo puede ser la causa de que los electores busquen protectores que les prometen levantar muros de defensa como pretende Trump contra los mexicanos. Nada es justificación pero con este testimonio tenemos a la mano alguna explicación.