Se afirma actualmente que el ámbito de las comidas esta cada vez más inmenso y fragmentado. Es un fenómeno mundial la creciente influencia que tienen sobre la dieta de todas las personas las ideas y las creencias. Cada vez más gente elige lo que come porque tiene una ideología específica sobre la comida. Esas ideas surgen de motivaciones ecológicas, religiosas, políticas, económicas, es decir por la visión que las personas adquieren de la salud. En cuanto a los dirigentes políticos se ha institucionalizado este criterio: En diferentes épocas los dirigentes se “especializaron” en ingerir diferentes tipologías de comidas de acuerdo a estas motivaciones.

Debe destacarse que como signo de identidad -que es una forma de ideologizar las comidas- muchos dirigentes se agruparon bajo consignas como los Sushi, los pizza con champagne, los corderos patagónicos, etc. Esta opción se refiere principalmente a lo que se denomina el status adquirido, es decir aquel que responde a resultados de decisiones intencionadas, con la idea de demostrar a través de estos gustos o actitudes aspectos que grafican diferenciación y sentido de pertenecía.

No obstante en los mítines políticos las cosas son diferentes: Se trata de comidas fáciles de hacer, rápidas de comer, cómodas de servir y fundamentalmente económicas.

Aquí no se tiene en cuenta ni religiones, gustos, ideologías y por supuesto mucho menos la salud del invitado. Sean choripan, empanadas, sándwiches, todas tiene estas características.

Sin duda subyace aquí el concepto de “masa convocada”, no para comer sino para conocer y observar a los candidatos y tal vez escuchar sus palabras, agravios o propuestas. Queda en evidencia que la intención es “entrarle” al candidato por los ojos y ya que estamos, por el estomago.

Las comidas en los actos políticos varían según las épocas y particularmente según el tipo de público convocado: No es la misma comida si los asistentes pertenecen a grupos técnicos o profesionales, donde la mesa será algo semejante a un ágape. Por otro lado si son simples militantes de los que inconscientemente se podría presumir cierto nivel de incultura cívica o sencillamente de gente conducida al acto, la comida será además de rápida, bastante económica. Es de alguna forma la magra y flaca retribución al sacrificio por concurrir y escuchar entre comillas los aburridos discursos de varios candidatos.

Por Antonio De Tommaso (Doctor en Ciencias Sociales y director del Instituto de Opinión Pública y Proyecto Social)