Un beso a la esposa, a la hija y el festejo íntimo, como en una burbuja, ante cientos de personas. Jorge Pi había ganado, su familia lo esperaba en el lado opuesto del velódromo y como aún las radios esperaban al grueso del pelotón, tuvo unos instantes de paz antes de someterse al ritual de ser acosado por la gente y la prensa. Fue un triunfo que no cambió la general, pero que Pi disfrutó a pura sonrisa. Y lo más llamativo de todo fue que en la etapa que fue a la Difunta Correa, el pocitano le pidió una chance para ganar y, créase o no, la tuvo.

"Cuando pasamos por la Difunta le pedí esta oportunidad. Y después de la última meta sprinter, decidí probar solo. Sabía que quedaba mucho por delante, pero veía que el pelotón venía parado y le empecé a dar. A los kilómetros me di cuenta que se me había presentado la oportunidad que había pedido y no la quise desaprovechar", dijo Pi, casado con Carla Alvarez, campeona argentina de ruta y pista, y padre de Priscila.

Pero cuando Jorge sacó casi 2 minutos, su preocupación pasó por saber si su corajeada no afectaba al equipo pocitano. "Como fue tan inesperado y me quedé tan solo arriba, me puse nervioso. Hasta que se acercó Fernández (el DT) y me dijo que le diera hasta el velódromo. Ahí me quedé tranquilo porque sabía que la obligación de llegar a la meta era sólo mía", agregó.

Hombre sencillo, algunos le dice Sonrisa Pi, porque siempre está sonriendo. Y ayer, en los agradecimientos a su familia y compañeros de equipo, dejó una perlita. "Quiero darle las gracias a todos los del pelotón que me dejaron ir. Para mí fue muy importante ganar, pero reconozco que si me salían a buscar, no hubiese llegado solo al velódromo", confesó.