Los rebeldes libios tomaron la capital, Trípoli, último bastión en el que se resistía Muammar Khadafy, festejando el final del régimen que se mantuvo en el poder durante 42 años y se derrumbó luego de más de seis meses de una sangrienta guerra civil. Con el apoyo decisivo de la aviación de la OTAN, los insurrectos del Consejo Nacional de Transición (CNT) lograron su objetivo, aunque los desafíos a enfrentar ahora, son enormes. La economía es un caos; las comunicaciones están interrumpidas, y los servicios públicos, dañados. Khadafy ya había previsto de modo profético su propio final, ya que en su "Libro Verde” sostenía que: "Si el sistema de gobierno es dictatorial, y en el caso de desviación con respecto a la ley de la sociedad, ésta no tiene otro medio de expresarse y de corregir la desviación que la violencia, es decir, la revolución contra el sistema de gobierno”.
Sin complejos y de modo abierto, Khadafy apoyó a sesenta movimientos terroristas de todo el mundo. No se puede olvidar lo sucedido en los aberrantes atentados al vuelo Pan Am 103, que explotaba sobre Locherbie y al vuelo de UTA 772, que cayera en el desierto de Sahara; ni del refugio y apoyo concedidos a los terroristas Carlos "El Chacal” y a Abu Nidal; ni de las sangrientas intervenciones militares en Chad; ni de las entregas de misiles SAM-7 y Stinger al IRA irlandés; ni de la bomba que diezmara la concurrencia en la discoteca "La Belle Epoque” en Berlín; ni de los intentos de asesinatos contra el rey Faisal de Arabia Saudita, o contra el rey Hassan de Marruecos, o contra el presidente Sadat, de Egipto, ni de muchas otras acciones detestables que, en el tiempo, conforman una cronología de sangre en la que el ex líder libio estuvo involucrado. El actor central ahora será el CNT, y lo primero que deberá hacer será el designar una Asamblea Nacional de Transición, para que sea ésta la que nombre a un nuevo gobierno. A él se encargará la convocatoria a elecciones libres en el plazo de seis meses, supervisadas por las Naciones Unidas en las que se elegiría a los miembros de un órgano al que se encargaría la redacción de la nueva Constitución que ese país necesita.
El actor principal será ahora el pueblo libio que ha recuperado su dignidad y que deberá buscar que el proceso recién iniciado se desarrolle sin derramamiento de más sangre.
