Vivimos una época en que personas que están al frente de organizaciones se sienten más líderes que directivos y asumen el rol con tanta pasión que tal vez puedan conquistar a algunos ingenuos, pese a la óptica equivocada de sus funciones.
Los líderes de verdad suman a los atributos de la personalidad una preparación especial. En el siglo XXI nadie puede llegar a esa estatura sin una versatilidad reconocida en cargos importantes, relaciones con empresas y dominio de más de un idioma.
Esto no tiene que ver con los liderazgos que marcaron rumbos para la humanidad como lo fue Gandhi o Martin Luter King, a quien mataron cuando decía desde el púlpito "yo tengo un sueño”, frase que equivale a un epígrafe histórico.
En el sentido totalmente opuesto al humanismo, pero mostrando influencias de sus seguidores, apareció Adolph Hitler quien por sus aberrantes actos y decisiones es el peor ejemplo contemporáneo para la raza humana.
Hoy, en este hoy que vive en la vorágine de las demandas de la cotidianidad, aparecen líderes que no lo son pero que cuyo ilusionismo hace que se disfracen con palabras, con gestos, con promesas y hechos.
En realidad quienes así actúan simulan para parecer lo que no son. Se trata de construir una apariencia para beneficio propio en tanto la realidad anda por otros caminos mas estrechos, menos prometedores.
Se trata de armar frases o promesas satisfactorias aunque estas nada tengan que ver con la verdad de lo que ciertamente ocurre. Es una especie de trampa que construye el hombres que piensa que sus propósitos nunca serán descubiertos.
La realidad actual. Hoy más que líderes hay jefes de grupos de organizaciones, sociedades y entidades de distinto rango y con diferentes funciones. No son líderes, son cabezas de esos grupos que demandan una acción incesante.
Esto se sabe y tal vez por ello, en algunos colegios bien organizados hay ciertas prácticas de liderazgo pero aplicadas a la enseñanza o a el deporte. Lo cual está bien porque cuando les toque actuar fuera de los establecimientos sabrán hacerlo.
Hay también ejemplos que confunden a la ciudadanía bien inspirada. En la semana que terminó se vieron en la La Plata -provincia de Buenos Aires- actos de liderazgos que causaron asombro y en los que predominó el fanatismo, esa tenaz preocupación por sobresalir que es la base del apasionamiento del fanático.
Ejemplos. Por una parte la asunción de Hugo Moyano como titular del Partido Peronista de la provincia de Buenos Aires, por el otro Juan Pablo "Pata” Medina dirigente de la UOCRA (Unión Obreros de la Construcción) quien pronunció un discurso incendiario contra Moyano.
A Moyano no le interesan las críticas, una vez que se ha instalado en el poder, sigue adelante absolutamente indiferente por el resto de la gente. Responde a su ego no a los afiliados y ello lo detecta hasta un adolescente.
Eso le pasa a muchos dirigentes que actúan para un pequeño grupo y no les interesa saber qué pasa con el resto aunque el resto sea la mayoría. La egomanía está muy difundida y hay que estar preparados para detectarla.
El liderazgo actual existe y nada tiene que ver con Moyano. Existe en distintas disciplinas y actividades de la vida y los grupos de opinión los respeta porque la vida personal de cada uno de ellos es digna.
Blanchard, experto en la materia hizo notar que en todos los equipos de trabajo se producen cambios debido a las distintas fases de desarrollo por las que atraviesan los miembros del grupo. Por ello el estilo de liderazgo más eficaz es aquel que se adapta a los colaboradores en cada situación, es decir, se ejerce un liderazgo adecuado a las necesidades del equipo.
Existe también un liderazgo situacional que se basa en mantener un equilibrio entre dos tipos de comportamiento que ejerce un líder para adaptarse al nivel de desarrollo de su equipo de trabajo.
Hay momentos en la vida política en el que los liderazgos se multiplican para desaparecer en breve plazo. Pasa un corto período de tiempo y la gente se olvida de palabras y promesas y mira hacia otro lado. Sigue buscando.
El peligro social se plantea cuando un dirigente desborda en sus apreciaciones, erra en los conceptos y se encamina hacia las acusaciones como si nadie conociera el tema de la exposición.
Ejemplo reciente, las opiniones de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner al referirse a Papel Prensa. Su equívoca y malintencionada apreciación provocó reacciones hasta del exterior. Reaccionaron también políticos, intelectuales e instituciones del país, lo cual marca algo muy importante a tener en cuenta: no se debe jugar con la verdad.
