"La verdad no ofende", reza un refrán popular que mantiene su vigencia con el pasar de los años y los siglos. Es por ello que no se entiende por qué provoca escozor en los dirigentes de San Martín que la prensa nacional y fundamentalmente los técnicos y jugadores que vienen al Estadio Hilario Sánchez hagan referencia al mal estado del campo de juego como uno de los ejes fundamentales para no poder realizar un juego fluido. "Ustedes son sanjuaninos y nos critican por el piso de la cancha", le contestó un alto dirigente verdinegro a un cronista de este medio en oportunidad del partido contra Lanús.
No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír. Sólo hace falta recordar la primera jugada ofensiva de San Martín en el torneo, ante Tigre, cuando Roberval le metió un centro a Maxi Núñez y el volante acomodó su pie para desviar la pelota al segundo palo del arquero rival pero un mal pique la hizo rebotar en su canilla y se fue larga.
San Martín demostró en La Plata, ante Estudiantes, que cuando puede jugar a un toque a ras de piso lo hace realmente bien. Cosa que no puede realizar en San Juan. Es cierto que el estado del campo de juego afecta a los dos equipos por igual pero no es inteligente creer que porque los verdinegros entrenan todos los días allí conocen cada mata de pasto y sólo sufrirán los contrarios. Que la pelota viaje dando pequeños piques y que obligue a la mayoría a realizar un gesto técnico para controlar y otro para tocar, afecta a ambos equipos por igual.
Ahora bien, ¿cuál es la localía que influye jugando en un campo de juego que no ayuda? Ayer ante un tibio Argentinos, San Martín se vio condicionado. Su fútbol dinámico contra Estudiantes mutó a otro lento e irresoluto en el que influyó, también, aunque algunos no quieran reconocerlo, el piso de su cancha que dentro de un mes será espectacular, pero ahora es malo.
