El año pasado hubo un progreso sin precedentes en la implementación del Tratado de Prohibición de Minas -uno de los métodos más crueles de la guerra-, dado que el porcentaje de víctimas de los explosivos terrestres fue el más bajo desde que se tienen registros. Según comprobó la organización Monitor de Minas Terrestres (Premio Nobel de la Paz), se limpiaron más áreas contaminadas y se produjeron y usaron menos de estos artefactos letales como nunca se hizo.

La gratificante noticia representa un hito histórico de la Convención de Ottawa, el tratado mundial que compromete a los Estados Parte a no usar ni fabricar este tipo de arma y a la vez limpiar los campos minados en territorios donde se libraron enfrentamientos bélicos, como en las islas Malvinas. En este caso Argentina ofreció a Gran Bretaña colaborar en el desminado, pero Londres no respondió ni tampoco cumplió con su compromiso ante el ente de la ONU de limpiar las 113 áreas minadas en un plazo que concluyó en junio pasado. Hasta ese mes el plan alcanzó a sólo 4 sectores.

En el plano internacional el balance es muy positivo: hubo 3.956 nuevas víctimas de minas terrestres, el menor número contabilizado desde que comenzaron las estadísticas en 1999. Asimismo, se limpiaron 198 kilómetros cuadrados de campos minados, el mayor territorio anual jamás alcanzado, destruyéndose más de 255.000 minas, y 86 países completaron la eliminación de más de 45 millones de minas de sus arsenales. No obstante, existen movimientos insurgentes y grupos armados marginales que pueden utilizar estas armas contra la represión, como en Colombia con las FARC, con una inmensa mayoría de víctimas civiles.