No deja de llamar mi atención los esfuerzos que se realizan desde diferentes sectores para realizar análisis de las aguas que consumimos los sanjuaninos. Algunos realizados en forma muy artera, otros que sólo demuestran las características de las aguas de montaña que son "duras" y arrastran en porcentajes muy mínimos diversos elementos químicos. Nada extraordinario, siempre ha sido así. En realidad lo que es preocupante es lo que nuestras aguas no contienen: carecen de yodo, elemento esencial para el buen funcionamiento de la tiroides. Esto es grave, porque de allí se derivan problemas de salud que en San Juan son endémicos, se los puede rastrear desde la misma presencia de los pueblos originarios y genéricamente se los conoce con el nombre de bocio. Es decir la tendencia a producir tumores grandes y pequeños en el cuello como consecuencia de las deficiencias tiroideas. En el siglo XIX cuando la cirugía era inexistente y dicho tumores no se podían operar los cuyanos teníamos nombres específicos para denominar a las personas que convivían con estos tumores que se llamaban cotos y cotudos a quienes los padecían.
En la actualidad esos cotos se eliminan quirúrgicamente por lo que ya no hay ni cotos ni cotudos. Inmediatamente extraídos se los analiza y se descubre que un porcentaje de ellos son malignos es decir cancerosos. A mí me ha tocado padecer uno de ellos. Cuando el tumor es malo se procede a extraer completamente la tiroides y luego se realiza un tratamiento con yodo radiactivo.
Lo que todavía es más extraño es que siendo los problemas tiroideos tan comunes en nuestro medio no causen preocupación en aquellos que a través de análisis minuciosos buscan la prueba que nuestras aguas estén contaminadas, por la actividad minera.
Las carencias de yodo en el agua las podemos suplir viviendo cerca del mar y respirando el aire marino, o consumiendo mucho pescado. Ambas cosas están lejos de las prácticas locales. Aunque quedan otras posibilidades, usar intensamente la sal de cocina yodada es una. Por lo que me gustaría trabajar intensamente en una iniciativa que consiste primero en acumular toda la información científica sobre el uso de la sal yodada y en segundo término lograr marcos legales que al menos aconsejen a nuestra población el empleo de tal producto. Aconsejar esto sería muy parecido a cuando insistimos que los motociclistas usen casco. Medidas preventivas que pueden ayudar a muchos.
